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Ahí estaba él, de pie junto a su ventana, observando como el aire movía las hojas de los árboles que habían en el patio vecino, no era que no hubiera ningún árbol en su casa, si habían, pero por alguna razón ver los árboles de su casa no le fascinaba tanto como ver los de otros lugares, era algo triste para él, pues pocas veces se sentía emocionado o ansioso por algo que hubiera dentro de su los metro cuadrados que correspondían a su padre, a veces hasta sentía que era como un ave encerrado dentro de una jaula, a la cual su dueño no le permitía volar.

— Hijo ¿Estás listo? —Pregunto su padre abriendo la puerta sin siquiera tocar.

Yeonjun giro sobre sus pies y sonrió de manera tierna a su padre quien sonrió levemente al verlo, soltó un suspiro y fue hacia el luego de guardar su celular dentro del bolsillo del saco que completaba su traje oscuro, su padre lo detuvo y lo tomo de los hombros para colocarlo frente a él y abotonar el primer botón de su camisa clara, unió sus labios en una línea recta y sonrió levemente cuando su papá lo miro a los ojos.

— No olvides que debemos estar presentables ante Dios —Dijo el adulto sonriendo ampliamente para luego comenzar a caminar siendo seguido por su hijo.

Yeonjun tenía 19 años de edad, pero desde que tenía uso de razón recordaba que su padre siempre había sido un fiel cristiano a la iglesia, un fiel predicador que idolatraba de manera un poco exagerada ante la vista de otras personas, él mismo que lo cuidaba como si fuera de cristal, antes de que su madre muriera debido a un cáncer que fue descubierto demasiado tarde cuando él tenía 4 años, desde entonces su padre se había encerrado en su amor por Dios, incluyendo lo a él también, a veces hasta parecía obsesionado, pero él no podía hacer nada, no era que odiara a Dios o a sus creyentes, solo hacia caso a lo que su padre decía y pedía, por lo mismo jamás se había negado a nada que su padre dijera.

A su corta edad de 19 años era un chico que no salía a ningún lado con amigos, su padre le decía que no era correcto que un chico decente no debía andar en la calle, que le daba miedo que algo malo pudiera pasarle, por lo mismo no tenía amistades y las pocas personas que se acercaban a él en la universidad eran conocidos con quiénes podía hablar de vez en cuando para poder distraerse.

A veces, solo a veces deseaba poder ser y hacer cosas de un chico con una vida normal, lejos de las cosas que su padre encontraba correctas y lejos de lo que la palabra de Dios decía, no quería ser una mala persona, solo quería ser Kim Yeonjun un chico normal, con problemas que enfrentar, saber que era tener un corazón roto, saber que era estar solo, poder divertirse con personas de su edad, poder sentirse libre.

— ¿No vas a bajar? —Pregunto su padre asomándose por la ventanilla de su auto — ¿Te sientes bien? Hijo

Yeonjun observo por la ventana y bajo del auto rápidamente al darse cuenta de que habían llegado a la gran iglesia que asistían sin faltas todos los domingos, luego sin que pudiera decir algo, su padre lo llevaba a la sala de eventos de la iglesia donde tenían una reunión con quienes quisieran quedarse a compartir, los cuales no eran pocos para su gusto, siempre habían alrededor de 20 adultos y junto con ellos varios niños pequeños que no lo dejaban en paz hasta que él aceptará acompañarlos a jugar o leerlas un cuento, no le molestaba pero a veces era humillante para un chico de su edad llevarse con niños de 10 a 5 años o tal vez menos.

— Señor Kim... qué gusto verlo —Dijo el padre que se encontraba en la entrada recibiendo a las personas.

— Padre Sungyeon, encantado de verlo —Dijo su progenitor sonriendo ampliamente mientras tomaba la mano del padre.

— Buenos días joven Kim —Dijo el padre mirándolo directamente a él.

— Buenos días, padre —Dijo él inclinando un poco su cabeza mientras sonreía gentilmente.

𝙆𝙊𝙄 𝙉𝙊 𝙔𝙊𝙆𝘼𝙉 // 𝙎𝙊𝙊𝙅𝙐𝙉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora