C U A T R O

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Bárbara'


Por la mañana caminé hasta la cocina con los pies descalzos, sintiendo el frío del piso de mármol. Con el calor que hacía hoy, era justo lo que necesitaba.

Veo a mi papá con el periódico abierto y la taza de café frente a él sobre la mesa.

El humo bailaba en el aire y dejaba un aroma maravilloso.

—Buen día princesa. —habló mientras bajaba el periódico y lo doblaba en dos.  —¿Dormiste bien?

Recordé a Mateo durmiendo en el pequeño sofá cama del cuarto, con el rostro relajado y la espalda desnuda iluminada por el sol.

Tragué saliva con la urgencia de tocarla.

—Sí papá. —besé la parte superior de su cabeza y él sonrió.

—¿Qué vamos a hacer hoy?

—Vos sabes que tu mamá va a recorrer la ciudad, ¿no? —tenía una risa agradable.

—Sin dudas. —respondí mirando por la ventana sobre la bacha mientras agarraba un vaso.

Cielo azul, buena brisa y el típico día maravilloso de verano. Esa ciudad era el paraíso.

—Buen día. —escucho la voz ronca de Mateo y mi espalda se pone rígida.

La atracción que estaba sintiendo por él parecía intensificarse cada vez que me ayudaba.

Quizás estoy creyendo mi propia mentira y pensando que la vida puede ser un cuento de hadas.

Me di la vuelta con el vaso en la mano y lo sujeté con fuerza para no dejarlo caer.

Mateo no tiene remera y tiene puesto un short negro.

Su brazo cae después de rascarse su desordenado cabello negro y me da una sonrisa perezosa.

Mateo caminó hacia donde yo estaba y tomó el vaso de mi mano.

Nuestras manos se tocaron y quise creer que no era la única que sentía que mi cuerpo se calentaba.

—Gracias. —agradeció en broma, sabiendo que el vaso no era para él.

—Mateo, después del matrimonio lo único que ganamos son kilos y paciencia. —dijo mi papá

—¿Paciencia? —sacó su silla para sentarse.

Deja de mirarlo, Bárbara. ¡Por dios! Solo para.

—¡Por supuesto! ¿O crees que con la paciencia de hoy podrás estar con una mujer a diario?

—Y es fácil estar con vos ¿no? —respondí, uniéndome a ellos en la mesa.

—Claro que es. Déjanos con nuestro fútbol y cerveza, no queremos guerra con nadie, hija.

—¡Ah bueno! —mi mamá entra con bolsas en las manos. Seguramente fue de compras— Y la casa, los hijos, la comida y el bienestar de la familia se encarga la esposa, ¿no Hugo?

—Yo no dije eso, amor. —bajó la voz y tomó un sorbo de su café. Veo sus labios estirarse en una sonrisa burlona.

Mateo disfrutó de la discusión amistosa de la mañana.

Sonreía e interactuaba con ellos como si fueran grandes amigos, tenía ese poder con las personas.

Era increíble cómo parecía encajar en cualquier lugar.

No se molestó en llamar a mis papás señor o señora, solo les dio la mano y los abrazó. No se estremeció, no le importó bajar sin remera y reírse con la boca llena como si fuera de la familia.

Sus ojos me encuentran y el marrón se ilumina, tengo ganas de abrazarlo y besar su hombro.

Pero me recuerdo a mí misma que todo esto es una mentira.

—Eu, todo bien? —Mateo pregunta mientras entra a nuestro cuarto, después de que de repente subo las escaleras.

Salgo del baño después de cepillarme los dientes, tuve un malestar típico de una mujer embarazada.

Todavía tengo que acostumbrarme a esta idea.

—Náuseas. —respondí y comencé a hacer la cama de espaldas a él.

No entendía por qué no podía enfrentarlo, lo conocí ayer y de un momento a otro no quería estar cerca de él.

Mateo está en silencio, pero sé que todavía está en el cuarto, sin remera.

—¿Puedo hacer algo? Comprar algún medicamento, no sé. —preguntó torpemente y lo odié por ser tan atento.

—Estoy bien. Mi mamá va a querer desfilar con nosotros dos por la ciudad. —dije sin mirarlo.

—Piola. Mañana es Nochebuena... ¿Qué te compro? Quiero decir, tus viejos creen que te conozco y...

—Y no me conoces. —giré mi cuerpo hacia él.

Parado con las manos en los bolsillos delanteros y una mirada infantil en su cara, no hay forma de que alguien pueda ser tan perfecto no puedo creer.

Será que es actuación suya? Realmente Gaby le hizo una gran oferta para que se convirtiera en un príncipe azul.

Pero, ¿era esta la mejor opción para mí en este momento?

—Barbará, ¿hice algo mal? —su voz se volvió más espesa y su mirada fue reemplazada por la de un hombre serio y preocupado.

—No, absolutamente nada malo y ese es el problema.

—¿Qué? —preguntó confundido.

—No podes ser así. ¡Mis papás te aman! —hice un gesto nerviosa— A todos le caes bien. No sos mal educado, me recibes en la puerta de casa como si fuéramos grandes amigos. No me dejas llevar peso ni manejar. ¡Mierda, Mateo, sos perfecto! —me desahogué y me senté en la cama tapándome la cara, hablé demás.

La cama se hunde y puedo sentir su olor.

Su brazo toca el mío.

—Todo lo que dijiste es bueno. Entonces, ¿por qué estás enojada?  —preguntó en voz baja, como preguntándoselo a sí mismo.

Necesitaba preguntar, mi garganta se cerraba cada segundo que no preguntaba.

Faltaban cuatro días para que terminara el cuento de hadas y lo único en lo que podía pensar era si...

—¿Tenes a alguien? —pregunto de una vez. Espero que no, esos ojos que me miran fijamente no pueden ser fan de otra persona.

—Alguien?. ¿una novia?

—Alguien Mateo, alguien.

—Sí. —respondió sinceramente— Tengo a alguien en el pueblo.

Mi corazón se partió por la mitad.

—Y a ella no le importó que vinieras? —Intento disimular mis ganas de tirarme al suelo y gritar.

—Nos estamos dando un tiempo. —se encoge de hombros— No sé qué va a pasar. —su mirada es distante, estaba dolido.

—¿Y vos? —me mira curioso.

—No, somos solo yo y el bebé.

Me doy cuenta de que está estudiando mi rostro y lo dejo.

Dejo porque también quiero mirarlo y tratar de entender de dónde viene esta fuerte atracción que siento, este sentimiento puro que tengo por él.

Quiero decorar cada centímetro de su rostro para que cuando vuelva a la realidad, tenga algo con lo que soñar.

Mateo se acerca, y no estoy segura si realmente se ha acercado o es solo en mi cabeza.

—Tortolitos! —mi mamá abre la puerta con todo y ambos giramos rápidamente.

—¡Vamos, tenemos muchos lugares para ir! —cerró la puerta emocionada.

Mateo sigue mirando dónde estaba ella.

Se levanta sin mirarme y va directo al baño, después de unos segundos escucho abrirse la ducha.

papá sustituto; trueno  ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora