Ya había pasado un mes desde que llegué a Italia. Los primeros días fueron bastante pesados, sentía que me vigilaban —y no mentía, realmente lo hacían—, no me dejaban ir sola al baño, tenían que acompañarme. Estuve a prueba durante un mes antes de la boda. Temían que escapara, lo cual era imposible. No tenía a dónde ir.
Dormía en una habitación separada de Philip por algo del deseo, ya que está prohibido besarse o tener algún contacto físico antes de la boda, por suerte nunca tuve relaciones sexuales y al parecer, Philip tampoco, supongo que las reglas de príncipe se lo prohiben hasta el matrimonio.—¿Estás lista para mañana? —preguntó Philip, que estaba sentado a mi lado.
—No, no lo estoy —respondí, estoy muy nerviosa. No me siento preparada para casarme—. Extraño a mi familia, Philip.
—Después de la boda, te prometo que viajaremos a Uruguay a visitar a tu familia —mencionó y sonreí, me emocionaba saber que podría ver a mi familia y que no voy a estar de rehén en Italia—. Aunque no te aseguro que sea enseguida.
Eso lo sabía, incluso unos meses después de estar casada me iban a tener vigilada, quizás un año. Suena feo, no me gusta sentirme acosada todo el día y a toda hora, pero es así, aunque si soy sincera, no tengo intenciones de escaparme por el momento.
—Buen provecho —me levanté de la mesa y me dirigí a mi habitación temporal. Abrí el armario y saqué el vestido que estaba colgado. Me lo apoyé en el cuerpo sin ponérmelo y me encanta como me queda. Aunque quizá me quede algo ajustado porque estuve comiendo mucho la última semana de los nervios.
Escuché que golpeaban la puerta, guardé rápido el vestido y me acerqué.
—Hol—
—¿Por qué demoraste en abrir la puerta? —preguntó Robert, el guardaespaldas.
—Estaba guardando el vestido, creí que era Philip —aclaré, él simplemente asintió.
—Te esperan en la sala de estar —avisó y se fue.
Bajé las escaleras y estaban todos reunidos.
—¿Pasó algo? —pregunté.
—No, era para que Philip y tú salieran —habló el Rey.
—Vamos a caminar por el patio, ¿quieres? —preguntó mi futuro esposo.
—Por supuesto —respondí.
Enganchó mi brazo con el suyo y comenzamos a caminar a la puerta trasera.
—A mi padre no le agrada como vas vestida, pero no te preocupes, cuando nos mudemos juntos podrás vestirte como te guste —dijo una vez que estábamos lejos de su familia.
—Es la ropa que acostumbro a usar Philip, me cuesta pensar en que voy a tener que usar siempre vestido, es irritante —protesté.
Él no dijo nada, así que me dediqué a admirar el jardín. Había un camino de piedra con flores a sus costados. Se veía hermoso.
—Aquella de allá —señaló una flor— se llama margarita.
Estuvo varios minutos señalando y nombrando cada flor que veía, hasta que llegamos a la última.
—¿Podrías cortarme una? —le preguntó a una mujer que se veía de unos treinta años y ella asintió—. Para ti, preciosa.
—Gracias, Philip —sonreí agarrando la rosa—. Es hermosa.
—Como tú —sonrió.
Seguimos caminando y sentí una mirada en mi nuca, instintivamente me giré y noté al Rey mirándome desde la ventana, me hacía sentir incómoda pero intenté ignorarlo.
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Una situación inesperada
RomanceDiana Howell, una chica Uruguaya que siempre tuvo miedo al compromiso, odia cualquier cosa que se relacione al amor, aunque toda su vida se idealizó tener una familia con el chico "perfecto". Philip Conway, un chico Italiano que está en busca de su...