Capítulo 20

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PHILIP.
DÍA DEL ACCIDENTE.

Sonidos de ambulancias, luces rojas y azules, caos, susurros, tanto ruido a mi alrededor y en lo único que podía pensar era en Diana. Me sentía mareado, como pude, me levanté del suelo y caminé hacia ella.

—¿Cómo está? —pregunté, miré su cuerpo y tenía pequeños raspones por todos lados, pero sobre todo tenía sangre.

—Está grave —respondió una mujer que al parecer, es enfermera.

—¿Y el bebé? —pregunté—. ¿Cómo está nuestro bebé?

—¿Bebé? —preguntó confundida.

—Está embarazada.

Gritó pidiendo ayuda a sus compañeros, éstos vinieron con monitores para ver los latidos del bebé.

—Los latidos están débiles —habló—. Necesitamos llevarla urgentemente al hospital.

—Voy con ustedes —anuncié.

—No —respondió—. Tienes que ir en la otra ambulancia, tú también estás herido.

—No me importa, no es tan grave —la ignoré—. Voy a ir con mi esposa, no pienso separarme de ella ni por un segundo.

Sin quejarse, se movió, subí y empezaron a conducir al hospital más cercano.

Una vez que llegamos, la bajaron en una camilla y la llevaron a emergencias.

—Vamos a intentar estabilizarlos a ambos, esperé aquí —pidió la enfermera. Decidí llamar a mi madre para que viniera al hospital junto con Felipe, una enfermera me vio son algunos raspones y como me negué a ir a una habitación, llegó con un botiquín a curarme las heridas.

La enfermera que atendió a mi esposa salió y detrás de ella, el doctor.

—¿Cómo están? —pregunté—. Sea sincero.

—Ambos tienen riesgo —respondió—. El bebé es el que más riesgo corre y provoca que su madre se debilite más. Hay dos posibilidades, que se provoque el parto, aunque las posibilidades de que sobreviva son casi nulas porque tiene muy pocas semanas de gestación y la otra opción es realizarle un aborto.

—Realice el aborto, doctor —respondí sin dudarlo. Puedo tener muchos hijos más con Diana, sin embargo, no podría perderla a ella.

—Necesito que firme la autorización —me tendió un papel y antes de firmarlo, lo leí completo. Algo que siempre me enseñaron es que para firmar lo que sea, tengo que leerlo.

Lo leí, no vi nada raro, así que firmé y lo entregué. Cuánto antes lo hicieran, mejor.

Seguramente la decisión que tomé le afecte a Diana, pero ya tendré momento para hablar con ella y contarle el porqué de mi decisión.

—¿Estás bien? —preguntó mi madre que acababa de llegar junto con Felipe.

—Si, lo mío fue solo un raspón —respondí, aunque en parte es mentira, porque cuando el auto impactó en Diana, ambos perdimos el conocimiento—. Mamá, ese accidente fue provocado.

Una situación inesperadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora