Capítulo 12

334 25 6
                                    

Después de caminar por quince minutos aproximadamente, llegué a la casa, golpeé con las palmas de mi mano parada fuera de el portón y se asomó mi madre por la puerta. Se quedó boquiabierta.

—¿Dani? —preguntó. En su voz se notaba la sorpresa.

—Si.

Corrió, abrió el portón y me abrazó. Me invitó a pasar a la casa y me senté en un sofá que en la anterior casa no teníamos, al parecer, es nuevo.

—¿Cuándo se mudaron mamá? —pregunté entre lágrimas.

—Hace dos años —respondió secándome las lágrimas.

—¿D-dónde está la abuela? —pregunté con miedo en mi voz.

—En su habitación —respondió señalando el lugar. Dejé a mi madre allí y corrí a la habitación de mi abuela, la vi acostada y la abracé mientras lloraba.

—Te extrañe mucho —lloré—. Perdón por abandonarte. Perdón por irme por cinco años y no mandarte ni un solo mensaje —miré a mi madre que llegó a la habitación—, mandarles ni un mensaje.

—Hija, no te preocupes —sollozó mamá—. Ya estás aquí, eso es lo importante.

—Pero no por mucho —mencioné—, tengo que volver.

—¿Por qué?, ¿te escapaste?, ¿te están buscando? —preguntó mamá—. Te podemos esconder.

A pesar del momento de reencuentro y algo triste, me reí por sus ocurrencias.

—No, no me escapé y no me están buscando —admití—. En estos cinco años terminé de estudiar y entré a trabajar, por supuesto, desde casa, cómo no tenía obligación de aportar dinero a la casa fui ahorrando y me compré un pasaje para volver a Uruguay y verlas, las extrañaba un montón.

—¿Por qué quieres volver? —preguntó mi abuela.

—Porque estoy casada aún y me enamoré —admití.

—Espero que no tengas ese síndrome llamado síndrome de Estocolmo —dijo mi madre.

—No —negué—. Yo me fui de Uruguay por voluntad propia, no fue ningún secuestro ni sufrí ningún tipo de violencia. Si tenían miedo de que yo escapara pero nunca lo intenté. Fui conociendo a Philip poco a poco y fui desarrollando sentimientos con los años.

—Me alegra mucho verte feliz mi niña —sonrió mi abuela y yo la abracé.

—Cuéntame un poco de estos cinco años —habló mamá.

—No hay mucho para contar —admití—. Viví en un castillo por unos meses, me fui de luna de miel a Francia, volví al castillo y meses después me mudé a la casa donde estuve viviendo, estudié, estoy trabajando.

—Que bueno que terminaste tus estudios, al final, Philip no es tan malo después de todo —se encogió de hombros.

—Philip nunca fue malo mamá, viví muy bien con él durante estos cinco años, incluso dijo que él me firmaría el divorcio para que yo pueda ser feliz —conté—. También se enamoró de mi.

—A ese chico lo conocí en los peores momentos, pero por lo que cuentas, parece un buen chico —hubo un silencio en la habitación hasta que mamá volvió a hablar—. Quiero suponer que aún no han tenido hijos, ¿no?

—No —respondí—. Aún no hemos hablado de tener hijos. Si me he sentido forzada a tener hijos por los ciudadanos, pero Philip entendió que yo aún no me sentía preparada.

—Me gustaría volver a conocer a Philip —nos reímos.

—Mamá, tenía planeado quedarme tres días, pero quizás me quede más de una semana y ya cuando vuelva explicarle a Philip —hice una mueca, no estaba muy convencida.

Una situación inesperadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora