Capítulo 7

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Me desperté por la claridad que entraba a la habitación, me di vuelta y la cama estaba vacía, Philip ya no estaba a mi lado. ¿Será algo típico de mi esposo? Ya es la segunda vez que lo hace.

Me levanté, agarré un vestido celeste con corset, ropa interior y entré al baño a ducharme y cepillarme los dientes. Aproximadamente media hora después me vestí y salí del baño.

—Buenos días, cariño—saludó mi esposo, miré la mesa con comida que había en la habitación.

—Buenos días —señalé la mesa—. ¿Vamos a desayunar acá?

—Sí —respondió e hice algo que no se esperaba, me acerqué y le di un beso en la mejilla.

—Antes de desayunar, ¿podrías responderme algo? —él asintió.

—¿Siempre sos de huir como rata? —reí—. Philip, es la segunda vez que me despierto y no estás a mi lado.

—Me descubrieron —comenzó a reírse—. La primer noche no podía quedarme, así que esperé a que durmieras para poder volver a mi habitación, y hoy quería sorprenderla con el desayuno en la cama, pero se me adelantaron.

—Gracias por el desayuno, Philip.

Me senté a su lado en la cama y empezamos a desayunar, mientras hablaba de nuestros próximos deberes como miembro de la realeza y también de la luna de miel.

—¿Estados Unidos, Suiza o Francia? —preguntó.

Cualquier posibilidad estaba bien, el primer país que mencionó es lindo —por lo que vi en las fotos—, el segundo me fascina y el tercero me interesa, podríamos ir a Paris que es la ciudad del amor.

—Francia —me decidí—. ¿Iremos a Paris?

—Si, iremos a Paris —sonrió—. Si puedo organizar todo en estos días, la próxima semana nos estaríamos yendo.

Asentí. Philip llevó los restos del desayuno a la cocina y yo me acerqué a toda la familia.

—Buenos días —me incliné. Aunque sé que ya no es necesario hacerlo.

—Buenos días, Diana —saludaron todos los miembros de la familia.

Ya había pasado una semana. Estábamos en el avión a punto de aterrizar en Francia. A través de la ventana se veía campo a los alrededores y a lo lejos se podía visibilizar una parte de la torre Eiffel.

Aterrizamos y bajamos. Nos íbamos a instalar en una casa bastante grande, tenía incluso piscina y terraza. Me encantaba.

—Philip —hablé—. ¿Cuánto tiempo vamos a estar aquí?

—Un mes, quizá —respondió encogiéndose de hombros—. Por cierto, esta noche ponte guapa, saldremos.

No respondí. Nos adentramos a la casa, si por fuera se veía bien, por dentro es el doble de hermosa y lujosa. Tenía ventanales con vista a la piscina, fuimos a la habitación y había una ventana bastante amplia con vista al campo y frente a la terraza, con una puerta al lado. La cama era grande, entrábamos los dos e incluso sobraba espacio. Entrábamos como cuatro personas ahí.

—¿Hay alguna otra habitación? —me animé a preguntar.

—Si, pero no dormirás ahí —respondió.

—¿Una noche? —intenté convencerlo.

—Quizá —respondió y yo sonreí—. Pero no esta noche.

Una situación inesperadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora