Los latidos de un árbol.

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En un lugar donde la agonía abunda en el aire tan palpitante, siempre tan cambiante.
Cerca de un lago que se está apagando cómo las luciérnagas en verano.
Hay un colosal amigo que posa postrado en una postura tan bella y a la vez tan ajena a la realidad.

¡Aquel amigo es colosal!.

Colosal como los árboles que había en una tierra donde el humano aún no llegaba.
Literalmente aquél amigo colosal era uno de muchos bellos árboles y pocos pinos.
Al acercarme con aves salvajes mis brazos rodearon el tronco de un ser que vive por cientos de años.

¡Colosal amigo!.

Mis brazos entrelazados con tu tronco palpitante, llegué a sentir tú corazón un breve momento.
El aire del lugar eran tús latidos y tús movimientos por este eran tús muy bellos suspiros.
Te abrace fuerte y llegué a la conclusión de que el aire que mueve a los árboles en realidad es el latido de sus corazones.

Autor: Alejandro Rodríguez.

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Pensamientos de un joven amante (Vol.I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora