Hubo una vez, un cálido lugar
dónde a pesar de lo desolado.
Era un refugio en lo particular
y aquel daba asiló a los solitarios.
Su dueño era un amante peculiar
que por dejabo de un tejado,
le gustaba corazones coleccionar
y postraba su colección en el techo.Hubo una vez un amante singular
que guardaba todos sus amoríos.
Eran recuerdos que amaba guardar
en su corazón hecho un baúl de oro.
En las noches cuando solía descansar
desde su cama escuchaba los latidos
de corazones que con locura llegó amar
y ahora solo son corazones en un tejado.Autor: Alejandro Rodríguez.
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Pensamientos de un joven amante (Vol.I)
PoesíaMi espalda se recostaba en la aspereza de un árbol, en la corteza de un ser gigante que sostiene mi espalda adolorida por el peso cargado de mi propio egoísmo. Como si de alguna manera los dedos de mis manos se convirtieran en flores de campos que s...