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Sus labios encajaban entre sí perfectamente, como 2 piezas de un rompecabezas, y se movían a un suave compás, con un ritmo marcado.

Todo parecía perfecto, hasta que...

-No.- murmuró Astrid apenas se separó de golpe del príncipe, ella bajó sus manos al pecho de él para empujarlo- No está bien.- añadió con aflicción, antes de salir del agarre del castaño y correr hacia su recámara.

-¡Astrid!- exclamó su hermana mayor, quien se dispuso a ir tras ella, sin embargo, Hiccup la tomó de la muñeca para detenerla.

-Déjame ir a mí, por favor.- pidió con un gesto de súplica en el rostro.

Elsa apretó sus labios con resignación, antes de asentir con la cabeza.

El ojiverde murmuró un rápido 'gracias', luego también subió las escaleras con pasos apurados. Cuando llegó al segundo piso, vió diferentes puertas, no sabía cuál era la de Astrid, así que utilizó su audición para captar algún movimiento detrás de las puertas, hasta que escuchó leves sollozos detrás de una, supo que se trataba da la rubia.

Abrió la puerta despacio, mientras le agradecía a Dios que la ojiazul no le haya puesto llave.

-No vine hasta aquí para que me siguieras.- reprochó la Hofferson sin voltear a verlo, sólo mantenía su vista en la luna llena, la cual veía a través de su ventana.

El Haddock demoró un poco en contestar, pues estaba asombrado y maravillado por la belleza del cuarto, era un ambiente muy bonito.

-Lo siento.- se disculpó rápidamente, antes de aclarar su garganta- Es que quería asegurarme de no haber hecho algo que te haya incomodado o lastimado allá abajo.- aclaró dando unos pasos al frente.

Astrid dejó salir una risa con ironía.

-¿Cómo no te puedes dar cuenta?- preguntó frustrada- ¡No hiciste nada malo! ¡De eso se trata!- exclamó dándose al fin la vuelta para conectar sus ojos azules con los verdes de él.

Hiccup pudo percibir el camino de las lágrimas que ella había derramado por sus mejillas, esto gracias al maquillaje, pero lo que más calaba en su corazón era ver la angustia en su rostro junto a sus ojos cristalizados.

-¿Puedes explicarme mejor?- pidió con gentileza y acortando más la distancia entre ellos.

Astrid relamió sus labios para hablar.

-Me gustas.- confesó de golpe y muy sonrojada- Ay, por Dios, creo que eso es tan obvio. Desde que te ví por primera vez en mi televisor me enganché contigo, el que seas diferente a tu familia, que seas tú y no lo que otros quieren ver es algo que siempre he admirado. Pero uno de los riegos de una obsesión, es que sabes todo acerca de esa persona y... Siempre he tenido una espina clavada en mi corazón al saber tu romance clandestino con Mérida Dumbroch, eres amante de una mujer casada. ¿Cómo puedo aceptar eso yo? No es digno.- lamentó negando con la cabeza.

"Tú siempre tan correcta." Pensó el heredero.

-Era.- recalcó con una pequeña sonrisa de lado, confundiendo por completo a la rubia.

-¿Qué?- soltó ella en gruñido. ¿Acaba de abrirse con él y es todo lo que dice?

-Era el amante de una mujer casada.- aclaró- Y si lo fui, fue porque estaba enamorado, pero ese sentimiento se disipó hace tiempo, sin embargo, tenía miedo de soltar a Mérida. Tenía miedo de estar solo, porque yo no quería que mi familia escogiera a la mujer de mi vida, ¡quiero hacerlo yo! ¡Y te elijo a ti! Desde que te conocí, no te saco de mi mente, eres como una pegajosa melodía en mi cabeza que se reproduce todo el tiempo. No soy el mismo, he cambiado. Cambié por ti, en estos meses que hemos estado juntos me has dado más razones para vivir y ser feliz, que las que me dió mi familia en toda mi jodida vida. No quiero nada con Mérida o con otra ridícula chica que se cree de cristal, sólo por tener una buena posición económica; quiero una vida a tu lado, por tu sencillez, carisma, amor... ¡Dios! Simplemente, eres perfecta, eres todo lo que estaba esperando.- reveló con tanta devoción, que Astrid no pudo evitar romper en llanto nuevamente.

^MY LADY ASTRID^Donde viven las historias. Descúbrelo ahora