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Silencio.

El silencio era el que reinaba en el salón de fiesta del palacio de Berk.

Mérida miraba con una sonrisa arrogante dibujada en sus labios a todas las personas dentro de la celebración, pero sin duda, a quien mirada con mucho regocijo, era a Astrid.

Le pelirroja no estaba solo. Oh, no. La muy descarada fue acompañada de su esposo, el duque de Cornualles. Un hombre de buen prestigio y familia, su matrimonio con la heredera de los Dumbroch, sólo hizo se la posición social y económica de ambos suba considerablemente. Aunque, en los primeros meses de relación, sí hubo amor por parte de los 2; las cosas cambiaron cuando después del matrimonio, Mérida puso los ojos en el príncipe heredero de Inglaterra. Lamentablemente, el duque le perdonó todo el escándalo que hubo por su aventura con él y aún siguen juntos, en un esfuerzo mísero para que su matrimonio siga en pie.

La menor de las Hofferson se quedó helada. Sólo miraba con una mezcla de asombro, nervios y enojo a la ex amante de su novio. ¿Cómo se suponía que debía actuar ahora? Simplemente, no reaccionaba.

Hasta que el duque de Cornualles carraspeó y habló.

-Por favor, que la fiesta no se detenga por nosostros.- pidió amablemente y los músicos comenzaron a tocar nuevamente.

A la gente le tomó un par de segundos más para volver a charlar, hasta algunas parejas se habían puesto a bailar en medio del salón, creando así una pista de baile.

Astrid siguió al esposo de Mérida caminar, hasta mezclarse entre la gente, pero luego su corazón comenzó a palpitar desenfrenadamente al ver cómo Hiccup caminaba apresurado hacia la pelirroja y la tomaba del brazo para sacarla de ahí, hacia el jardín del castillo.

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-¿Qué estás haciendo aquí?- demandó el príncipe con una mirada fría hacia ella, su voz también tenía un tono tajante.

-¿Disculpa? Toda la gente importante de la nación está invitada a esta fiesta.- la chica llevó una mano a su pecho para fingir estar ofendida- Me parece un insulto tu pregunta. Sabes que mi esposo y yo somos duque y duquesa de Cornualles.- le recordó.

Sin embargo, el ojiverde bufó.

-No vienes por tu posición, vienes para incomodarte a mí, pero sobretodo, a Astrid. Sabes que esta es su fiesta de presentación al país y al mundo entero. Sólo vienes a intimidarla y recordarle que tuve un enredo contigo.- atajó entre dientes y cerrando sus manos en puños a sus costados.

-Así es. Vine a recordarle lo nuestro, pero qué también no eres un hombre de confíar, que en cualquier momento te puedes meter con otra mujer en la cama que no sea ella. Eres un espíritu libre, Hiccup Haddock y, por más que lo intentes, eso no lo vas a poder cambiar. No siquiera por ella.- le aseguró con toda confianza, mientras cruzaba sus brazos sobre su pecho y se acercaba a él, desafiándolo.

La seguridad y seriedad de Hiccup vacilaron por un momento. Él estaba conciente que, muchas veces, era un asco de hombre y no tiene autocontrol de sí mismo.

-¡Basta! No permitiré que me faltes el respeto en mi propia casa, tampoco que te entrometas en mi relación con Astrid, sé que puedo cambiar y lo haré. Ahora vuelve a esa fiesta y no hagas más escándalo de lo que ya haces con tu sola presencia aquí. Arruinas mi imagen y la de mi familia.- bramó metiendo sus manos a los bolsillos de su traje negro.

-¿Y la de Astrid?- preguntó la ojiazul para luego reír exageradamente- ¡Ay, por favor, Hiccup! ¡Ella no te importa ni en lo más mínimo! Es sólo una obsesión del momento. Una bella, joven, virgen, inocente e ingenua decoración para ti.- dijo con una gran sonrisa en la cara.

^MY LADY ASTRID^Donde viven las historias. Descúbrelo ahora