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Soy un completo tonto por las acciones que últimamente tomo. Hasta que llegamos a la parte trasera de la cafetería del instituto, me doy la vuelta para verla a esos ojos color miel. Me dedica una sonrisa antes de alejarse  para sentarse debajo de un gran árbol.

Después de unos segundos la imito y me acomodo a su lado. Esta es la primera vez que me siento en este lugar. Desde que llegué los únicos sitios que visito son los salones de clases, la biblioteca y el salón de investigaciones.

La brisa refresca el ambiente y seca el sudor que empieza a formarse en las palmas de mis manos. Espero a que el nerviosismos que siempre me invade en este tipo de situaciones me ataque, pero no pasa. Creo que por primera vez no siento nervioso.

—Lara, lamento lo de hace poco. No sé por qué lo hice.

—No pasa nada. —Recoge sus rodillas y las abraza frente a su pecho—. Me sorprendió, pero fue lindo.

—¿No estás molesta?

—No. —se ríe por un breve momento—. ¿Qué era eso que querías decirme?

Giro mi cabeza para ocultar la frustración. Por intentar reprimir lo que sea que produjo haber visto a Elif tan cerca fue que le dije eso a Lar. Obviamente pensaba contarle, pero tenía planeado que fuera cualquier día, menos hoy. Ya tuve una charla no muy amistosa con mi amigo, vi a la chica que me... y terminé haciendo algo tonto donde Lar quedó metida.

Aunque haya realizado esa llamada con la esperanza de que me dijeran qué era lo mejor para mí, ya sabía la decisión que tomaría. La misma decisión que elegí hace meses cuando me contaron la existencia de tres pedazos de un mapa: debo irme. No sé qué día me iré, pero no quiero informarle mi decisión en un lugar tan público.

—¿Te gustaría ir a la biblioteca conmigo?

—¿Sería nuestra primera cita?

—Ehh...

—Era broma. —Se levanta y sacude su pantalón antes de extenderme la mano—. Vamos.

Llegamos caminamos juntos hasta el sofá marrón y desgastado. Permanecemos en silencio por algunos minutos viendo nuestro alrededor, aunque conozcamos cada rincón de este lugar casi de memoria. Aquí hemos pasado varias días buscando información para realizar nuestras investigaciones.

Algunas veces nos hemos quedado hasta tarde y, prácticamente, han tenido que sacarnos del lugar. Esta biblioteca se ha convertido en un lugar muy especial. El espacio compartido de Lara y Dyunis.

—¿Estás teniendo problemas? —Ella inicia la conversación.

—No es eso. —Le dedico una sonrisa—. Es solo que me he dado cuenta de lo afortunado que soy.

A una corta edad la vida me ha arrebatado tanto, que a veces me pregunto cómo he podido aguantar. Pero luego recuerdo que sigo teniendo a mi madre, mi mejor amigo y he conocido personas que me han cambiado de una manera u otra. Los padres de Nain, que me aceptaron como un hijo, el señor Greco, Elif (aunque me cueste aceptarlo), Enzo y, por supuesto, Lara.

—Gracias a ti y a Enzo pude sentirme en casa. —Suelto un suspiro—. Son pocas las personas con las que he podido sentirme bien y les he mostrado al verdadero Dyunis.

—Yunis... —Por unos instantes su mirada se ve profunda. El color miel claro de sus ojos, se ha transformado en un tono más intenso.

—Ustedes son unos amigos asombrosos —continúo y decido ignorar aquel detalle de sus ojos: y me ayudaron a sentirme bien aun estando tan lejos de mi hogar, en serio gracias por todo.

—Dyunis Vegail. —Su tono es tan bajo, que me cuesta un poco escuchar lo que dice—. ¿Por qué presiento que esto es un intento de despedida?

Quito mi mirada porque no puedo negar esa pregunta por completo. Esto es lo más parecido a un despedida. Yo jamás he sido bueno para este tipo de situaciones. No pude despedirme de mi padre. Tampoco pude despedirme de mi tía. Y me costó despedirme de mi madre antes de venir aquí. La sensación prematura de aquella ausencia me mata y me desgarra por dentro. Odio con toda mi alma despedirme de las personas. Aun así, aquí estoy, haciendo con ella algo que me mata porque la aprecio demasiado.

Hyelu © [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora