Cuatro meses desde la graduación. Cuatro meses desde el comienzo de esta nueva vida. Cuatro meses desde que decidí seguir mi camino. Cuatro meses desde que algo dentro de mi cambió. Y cuatro meses desde que la vi por última vez...
—¡Oye! Enzo nos está esperando, apresúrate.
—Es cierto. —Me levanto de la silla—. Vamos.
¿Conocen esa sensación de aventurarse a algo nuevo? Un nudo en el estómago. Manos sudorosas e incluso temblorosas. No sabes qué encontrarás en ese nuevo entorno. Las dudas constantemente te atormentan. ¿Me podré llevar bien con mis compañeros? ¿Me juzgarán? ¿Podré alcanzar altas calificaciones?
Estar en un nuevo lugar implica la simple idea de enfrentarse a nuevas adversidades, personales y sociales.
A la mala aprendí que los chicos de mi edad pueden llegar a ser crueles y te destruyen con algo peor que los golpes. Las palabras. Y si lo pienso bien, sinceramente hubiera preferido los golpes, ya que los moretones se quitan y una vez curado no dejan secuelas. En cambio, las palabras son el arma más letal que he conocido hasta ahora en mi corta vida. Las secuelas que me han dejado no se han ido por completo. Muchas fueron las semanas que estuvieron llenas de pesadillas. Mi autoestima bajó tanto, que para levantarla casi hizo falta que Nain la recogiera con una pala.
Sin embargo, no todo es malo en la vida. Eso lo descubrí cuando llegué aquí. Un lugar sin prejuicios ni preocupaciones.
—¿Cómo te fue en la clase de historia antigua? —pregunta la chica a mi lado.
Lara Bianco.
En mi primer día en este lugar me sentí perdido. No sabía dónde quedaban las aulas y me frustré por no haber venido antes para saber la ubicación de los sitios de vital importancia para mí. Me topé con ella cuando le pedí ayuda en una de mis búsquedas desesperadas por el salón de clases. Después de eso, ella siguió hablándome. Me hacía cientos de preguntas y yo solo las contestaba. Por un tiempo su actitud me recordó a Elif y debido a eso decidí alejarme.
Pero al poco tiempo me di cuenta de que no debía hacerle lo mismo que me hicieron a mí. Juzgar antes de conocerla. Porque eso fue lo que viví. Todos me juzgaron por mi forma de ser. Yo no podía, ni debía ser como ellos. Así me fui acostumbrando a su compañía y personalidad hasta que deje de compararla con Elif. Le di una oportunidad y me gustó a la Lara que conocí.
Siempre sonriendo. Diciendo cualquier cosa para hacerme reír. Ayudándome, aunque yo no quisiera pedir la ayuda de nadie por temor. Incluso, cuando me veía solo y callado, ser acercaba a mí para que no me sintiera aislado. Eso me dejó perplejo por un momento, me refiero a su esfuerzo en esto último, pero no dije nada y decidí considerarla como una amiga.
Luego conocí a Enzo. Un chico muy simpático y amante de la antropología. Tenemos en común esa clase y, de hecho, conectamos rápido. Desde entonces me la paso junto a ellos dos.
Por lo general pasamos nuestro tiempo libre en la biblioteca realizando investigaciones, pero de vez en cuando, me muestran lugares asombrosos de la capital.
Aún no le he contado a nadie más sobre Hyelu. No pienso cometer el mismo error de hace algunos meses atrás. No más.
—Muy bien, ¿y a ti en antropología?
—Excelente... De hecho, me pidieron hacer una investigación, quizás pase un rato a la biblioteca esta tarde. —Enarca una ceja—. ¿Quieres venir conmigo?
—Por supuesto. —Le dedico una amplia sonrisa.
Y pensar en que este lugar sería bonito, pero resultó ser fabuloso. El primer día me fasciné al ver un edificio gigante con paredes de cristal color azul claro. Una entrada de puertas transparentes con diseño de rombos diminutos en color dorado, que dan la impresión de haber sido hechas de oro.
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Hyelu © [Libro 1]
Roman pour AdolescentsUn lugar mágico, que nadie ha visto, se convierte en el único refugio que tiene Dyunis para escapar de lo difícil que es la vida luego de haber perdido a una de las personas que más ha amado. Las malas experiencias lo lleva a trazar un plan de vida...