Todo a mi alrededor estaba oscuro. No vía absolutamente nada, por más que quisiera. Así que entorné mis ojos. Tal vez si trataba de acostumbrar mi vista a la penumbra podría ver algo.
—Concéntrate —una voz firme retumbó a mi alrededor, no sabía de dónde provenía.
Cerré mis ojos y al abrirlos, sin previo aviso, la oscuridad a mi alrededor se disipó. El cielo azul se extendió sobre mí. Era claro y estaba lleno de nubes blancas. Un gran árbol se encontraba en medio del terreno y una pequeña niña estaba sentada bajo aquel árbol.
A lo lejos se veían las montañas, pero no había nada más a los alrededores. Por su parte, la niña ocultaba su rostro entre las manos. Tenía un vestido largo de flores rojas y unos zapatitos blancos.
«¿Está llorando?» Me preguntaba con cada paso que daba.
—¿Estás bien? —le pregunté con voz baja para no asustarla.
Pero no se movió. No me miró. No hizo nada.
Me posicioné frente a ella para tartar de que me viera. Tenía la piel blanca y el cabello negro. La luz del sol se reflejaba perfectamente en sobre su cabello.
—Oye linda, ¿qué haces aquí sola?
Seguían pasado los minutos y ella no me respondía. Estaba punto de volver a preguntarle, cuando me asusté con su grito:
—¡Veinte! Listo o no allá voy. —Salió corriendo mientras se reía.
Giré mi cabeza con rapidez para ver hacia dónde se iba, ya que estábamos en un sitio casi desierto, pero como si de un truco de magia se tratara la niña desapareció ante mis ojos.
No. Ella no desapareció, yo aparecí en otro lugar. Cerca de un estanque de agua tan cristalina que reflejaba el cielo. El sonido del agua tenía un efecto tranquilizador en mí. Unas grandes rocas se encontraban alrededor del estanque. Parecía que llevaban un gran tiempo ahí, porque se lograba ver la lima creciendo por todos los rincones. Rodee las grandes rocas mientras seguía viendo el entorno.
«¿Dónde estoy?» No daba crédito a lo que mis ojos presenciaban.
Al dar la vuelta vi a un niño escondido detrás de las rocas. Llevaba un pantalón azul marino y una camiseta blanca que, gracias a lo sucio que estaba, supuse que fueron horas de juegos. En los pies tenía un par de zapatillas negras igual de sucias que su camiseta y el cabello castaño. Estaba sonriendo, pero no me miraba.
—¿De quién te escondes?
No respondió.
¿Él tampoco podía verme? La situación me estaba alterado. ¿Dónde estaba? ¿Qué debía hacer? Me situé delante de aquel niño. ¿Yo era invisible? ¿Cómo era eso posible?
—Te encontré. —era la voz de aquella niña de vestido de flores.
La oscuridad abarcó mi entorno. Un repentino temor se apoderaba de mí y no me dejaba pensar con claridad. Parpadee por unos segundos y aparecí, de nuevo, frente a aquel árbol.
Una fuerte brisa recorría cada una de las hojas y hacía que se mecieran de un lado a otro. Su gran tronco a medida que ascendía se iba dividiendo en muchas ramas. Dependiendo de cómo se mirara, podía cambiar de perspectiva. Para algunos todas las pequeñas ramas se podrían conectar al final en un solo camino; y para otros puede que un gran camino se dividía en muchos senderos. Muchas veces la perspectiva de las cosas depende de la persona y no de la situación.
—¿Qué hago aquí? —pregunté en voz alta a nadie en específico.
Sinceramente no esperaba una respuesta. Por eso me sorprendió aquella voz del inicio.

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Hyelu © [Libro 1]
Teen FictionUn lugar mágico, que nadie ha visto, se convierte en el único refugio que tiene Dyunis para escapar de lo difícil que es la vida luego de haber perdido a una de las personas que más ha amado. Las malas experiencias lo lleva a trazar un plan de vida...