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—Ahora o nunca.

Son las dos de la mañana, todo esta oscuro y alumbramos el camino con una linterna. Lara encabeza la marcha porque ella se encargó de encontrar una salida. Yo lo hubiera hechos, si no fuera porque solo visité tres lugares aquí, y ninguno era una opción viable.

—Todo estará bien, te lo prometo.

—Yo debería decir eso —le respondo.

¿Cómo puede estar tan tranquila? Yo estoy que me muero del miedo.

Respiro hondo.

Pasamos por la cafetería y luego por el salón de arqueología. Doblamos hacia la izquierda donde se encuentra el cuarto del conserje. Lara saca de su bolsillo una llave y la introduce en la ranura de la puerta.

—¿Cómo...?

—Vamos. —Se apresura a entrar y yo la sigo para cerrar la puerta a mi espalda.

—¿Debo preocuparme por lo que acabas de hacer?

—No deberías.

Miro a mi alrededor para olvidar lo que acaba de pasar. Tal vez aquí haya alguna puerta que dé al exterior, pero no nada. Solo utensilios de limpieza. De repente la chica abre la única ventana del lugar y me dice que salte.

—Lara, me voy a matar si me tiro por ahí. —Nos encontramos en planta baja, pero es una planta baja muy alta.

—Cariño, no seas miedoso. Mira —procede a asomar la cabeza por la ventana—, no está tan alto.

—¿Y si me quiebro algún hueso?

—Eso no sucederá, pero si eso es lo que te preocupa, te prometo que yo te cuidaré.

Luego de intercambiar palabras de aliento logro saltar por la ventana y soy seguido por ella.

Los dos llevamos ropa negra para que los vigilantes no puedan vernos en la oscuridad. Vamos tan agachados y pegados a la pared del instituto que estoy a punto de sugerir que gateemos, pero en ese instante vemos una luz que se dirige hacia nuestra dirección. Es uno de los vigilantes.

Apagamos la única linterna que tenemos y corremos de manera desesperada a unos arbustos. No somos muy rápidos, pero necesitamos salir del perímetro del instituto. Solo son unos pocos metros nos separan de aquel vigilante y nuestro punto de inicio hacia aquella aventura.

Mientras voy corriendo escucho un quejido.

—¿Quién anda por ahí? —grita el hombre y escucho cómo apresura su paso.

Giro mi cabeza y logro ver a Lara tendida en el suelo. Sin pensarlo llego a su lado para levantarla por los brazos. El frío de la noche enfría mi rostro y siento que cada vez veo menos por la ausencia de nuestra linterna.

Debemos llegar a la carretera, esa es nuestra meta en este momento. Aunque solo son unos pocos metros, la distancia parece haberse alargado y la presencia del sujeto la siento cada vez más cerca de nosotros.

No sé cuánto tiempo pasa, pero ahora los pasos del vigilante son más débiles. Es eso, o los latidos de mi corazón han logrado opacar aquel sonido. Cuando menos lo imagino, logramos llegar a la carretera. Bajo mis zapatillas logro sentir el piso lleno sin asfaltado.

Me tumbo en el suelo y Lara hace lo mismo. No puedo hablar, así que, me concentro en respirar. Solo necesito que el oxígeno entre a mis pulmones y me ayude a que mi corazón se regule.

—¿Estás bien? —No logro ver su rostro, pero sé que está a mi lado.

—Sí. So-solo necesito recobrar el aliento.

Hyelu © [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora