No recuerdo la última vez que fui a visitar a mis padres, la última vez me negué rotundamente a acompañar a mi hermano sin ningún motivo, no pregunto porqué, no había uno, así que supongo que fue no después de casi un año.
Un año.
Año lleno de problemas, ahora ellos tenían la compañía de su hijo mayor en donde sea que estén, era más difícil asimilarlo si no tenía el cuerpo de Kyong-Hye, pero tenía una foto enmarcada de él, podría ponerlo en el altar donde ellos estaban enterrados.
El cementerio se conservaba, estaba algo apartado de lo que era Hyosan y no tuvo tantos inconvenientes con los muertos vivientes, aunque el pasto estaba un poco marchito, se podía observar un panorama verde.
Mis padres se encontraban enterrados en medio del área, destacaba porque ellos no tenían una cruz, tenían un pequeña pared en dónde había un foto de ellos dos, fueron enterrados juntos, uno al lado de otro.
Tomé un fuerte suspiró y caminé hasta donde ellos estaban, no era la única en el cementerio que había ido a visitar a sus familiares, habían varias, no tantas, pero si algunas cerca, hasta pude ver a una ancianita con un girasol en su mano, algo que me removió el corazón.
En mis manos llevaba un ramo de crisantemos y gladiolas, en un pequeño bolso también la carta que me había dado Gwi Nam.
Pensé que leerlo aquí me iba a traer tranquilidad, ellos, mi familia. La curiosidad me había ganado en unos puntos al querer abrir la carta y saber de qué se trataba pero preferí esperar un poco hasta obtener mi permiso de venir sola hasta aquí, al principio Su-Hyok, como buen chico que era, se ofreció a acompañarme, pero le dije amablemente que no era necesario, lo acepto porque sabía que necesitaba estar un tiempo completamente a solas y soltar todo lo que había guardado.
