Aún recuerdo ese día, cuando después de tratar de encontrar a Gwi Nam, Su-Hyok me arrastró nuevamente hasta donde nos esperaba el grupo, no me sorprendió saber que a algunos les alegró saber que Gwi Nam no haya regresado junto a mi, otros simplemente no le tomaron atención, pero para mí significaba perder otro pedazo de vida.
Porque sí, Gwi Nam fue una parte de mi vida, quizá no la mejor, pero permaneció y me dejó una marca, y por mucho que tratará de quitarla o borrarla, no se podría.
Llegamos a un refugio, era de noche y hacia mucho frío, después de que Yoon se fuera, no hable con nadie, ni siquiera con On-Jo, ella y Ha-Ri aún se encontraban mal por las recientes muertes, por mi parte, me odie mucho más por haber perdido el relicario que me dió mi hermano. Tenía que hacer sólo una cosa, y no pude.
Ya sabía cómo es que se sentía este sentimiento de soledad y dolor, yo, una sobreviviente; sin embargo, no sabía que podría llegar a ser tan grande.
—¿Conoces al maestro Lee Byong Chan?
La puerta se cerró, alguien dentro, todos los demás no encontrábamos fuera de la cabina de interrogación, Ha-Ri fue la primera en entrar, y así sucesivamente, ellos creían que teníamos algo que ver con el maestro o que tendríamos todas las respuestas por ser sobrevivientes del Instituto Hyosan, pero no era así.
—¡Nos abandonaron! ¡¿Cómo siquiera se podría confiar en ustedes?!
Me exalte ante el grito de Su-Hyok, los demás ya habían pasado por el interrogatorio, solo faltaba yo.
Sabía toda la rabia que Su-Hyok pudo haberse estado guardando los últimos días, cuando nos abandonaron en la azotea, yo también la tenía, habíamos perdido muchas personas en el camino, personas que merecían vivir y seguir su vida como chicos normales, Joon Young, Woo-Jin, Ji-Min y hasta Na-Yeon... Pero ninguno de ellos pudo, entonces me di cuenta que morir no es horrible, sobrevivir lo es.
