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Nanon, 22 años.

Después de irnos del pueblo sin mucho, empezamos a comprar varias cosas pesadas, y ahora que nos tenemos que mudar al tercer departamento del mes, estoy un poco arrepentido.

Hay algunas cajas aún sin abrir en el centro de la sala, y Ohm se ha acostado en la alfombra.

Ninguno de los dos tiene ganas de hacer algo.

—Se supone que tenemos que mudarnos cada vez que demuestro que te amo —dice con una sonrisa sarcástica— es un mundo hermoso.

Me siento a su lado y me apoyo en el sillón, porque no sé qué decir para animarlo.

Sé que está enojado, pero tampoco tengo un mejor humor en este momento.

—Ha sido un día largo, suenas a alguien que necesita comer.

—Es que estoy cansado —responde soltando un suspiro— además este lugar se sale de nuestro presupuesto, ¿sí nos alcanza para cenar hoy?

—Yo me encargo —le digo bajando mi mano hasta la suya.

Apenas lo toco, Ohm sonríe por fin.

—¿Mejor? —pregunto entrelazando nuestros dedos.

Él asiente, apretando mi mano.

—Bueno, al menos este lugar luce bien, y creo que podemos durar un tiempo acá.

—¿Lo crees?

—Si nos esforzamos, sí, y vale la pena, porque tiene una buena vista.

—Cuando empiezas a ser positivo, puedo serlo también —susurro acariciando sus dedos.

—Estamos juntos —agrega con el tono de voz más tranquilo— creo que nada puede ser tan malo en la vida, si nos mantenemos así; desde que llegamos a la ciudad ya hemos avanzado demasiado, así que está bien que algo salga mal de vez en cuando.

Me acuesto sobre él, mucho más relajado, porque tiene razón.

—Estoy muy enamorado de ti —le digo cerrando los ojos, para descansar.

—Y yo lo estoy de ti —responde jugando con mi cabello.

Me mantengo ahí algunos minutos en silencio, aunque sé que debo salir por la cena, ya no quiero pararme más y de todos modos suelo dormir sobre Ohm.

Pero tengo una herida que me arde porque él la toca al abrazarme.

Me levanto y acomodo, para sentarme sobre sus piernas.

—No me molesta que me aplastes, pero estoy en el piso, y la espalda va a matarme mañana.

—Eres muy quejón —respondo girando los ojos.

Me saco la camiseta para ponerla a un lado y mostrarle mi cintura.

—¿Vas a hacerme un show privado para animarme? —pregunta con una sonrisa— eso te hace el mejor novio del mundo.

—¡Ohm! —lo regaño señalando mi piel— mira, me lastime acá, subiendo las cajas en las escaleras.

Veo que se acerca a la pequeña herida y me da un beso ahí.

—Me arde —me quejo con la voz aguda, haciendo un puchero.

Sonrío porque me rodea con sus brazos y me acuesta de nuevo con él, dejando un beso en mi cabeza.

—¿Quieres que te ponga una vendita, bebé?

—Sí —digo estirando mi boca hacia él porque quiero un beso.

Me besa cortamente varias veces seguidas, chocando nuestras narices y luego agarra mi mejilla.

—Qué bonito eres —me dice pegándome a su pecho— no sé qué haría sin ti.

—No necesitas saberlo, porque no sucederá.

—Eso suena bien, porque ya te he dicho que tú eres lo único que quiero para el resto de mi vida.

Pecador | OhmnanonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora