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○●

Estando en la cafetería frente a la plaza a la que siempre íbamos antes a desayunar, cuando no queríamos preparar algo, caigo en cuenta de que he pasado literalmente años sin venir.

Sin embargo, las cosas no han cambiado mucho en mi ausencia.

—¿Ahora estás mejor? —me pregunta Ohm mirando el plato de pastel que tengo frente a mí.

—Sí —digo sonriendo.

Si hay algo en la vida que me anima, es el azúcar.

Voy a agarrar la cuchara, pero Ohm es más rápido que yo, y parte un pedazo para ponerlo en mi boca.

A él le gusta alimentarme.

—Me hace bien que no hayas quitado esa sonrisa desde que llegamos —dice sonriéndome también.

Mis mejillas se calientan un poco, porque había perdido la costumbre de escucharlo decir cosas así.

—Ohm.

—¿Mmh?

No quiero arruinar el ambiente que tenemos ahora, pero aún hay mucho por hablar, y aunque hay cosas que pueden esperar, algunas otras no.

Marlín necesita un entierro, y volver a casa no suena muy cómodo.

—Deberías hablar con First.

—No creo que quiera hacerlo, porque anoche le dije algo así como que se fuera al diablo.

—¿Por qué? —pregunto sorprendido.

—Tú sabes que no soy alguien que pierde la paciencia fácil, pero tiene una manera de hablar tan irritante que puedo tolerar en muchas situaciones, pero no cuando se está refiriendo a Marlín.

Mi momento de decir lo que quiero, llegó.

—No tiene empatía, es mentiroso, falso y muy metido —digo aplaudiendo, porque me da más pastel.

Me siento mucho más relajado ahora que lo he soltado.

No me gusta andar por la vida odiando gente, pero es insoportable.

Ohm solo se ríe.

Me estiro para agarrar su billetera y rebuscar todo, como hacia antes.

Es que siempre guarda cosas interesantes.

Aún tiene la foto de Marlín en uno de los bolsillos pequeños, pero me concentro leyendo las tarjetas.

—Aún tienes la mía —digo con la boca llena, mostrándole la tarjeta que tiene de las charlas que yo daba antes en las universidades.

Ohm asiente.

—¿Te incomoda?

—No quiero arruinar la mañana y lo haré si empezamos a hablar de esto.

—Nada puede arruinarse, ahora que empiezas a ser más tú —dice presionando mis mejillas para que lo mire— el tú que necesitaba.

—Pero lloraré.

—No serías tú si no lloras —responde alzando los hombros y le saco la lengua.

Me toma por sorpresa que se estire, y junte nuestros labios por un pequeño segundo, antes de sentarse de nuevo.

Miro a mi alrededor con pánico.

—Ohm.

—Mande.

—¿Qué te pasa? —pregunto nervioso— hay gente acá.

—Me provocaste, porque eres muy lindo —dice cruzando los brazos— yo debería ofenderme.

Intento evitar mi risa que amenaza con salir por lo chistoso que se ve haciendo esa cara, porque quiero que se lo tome en serio.

Antes de ese día, ya no sentía tanto temor por ser juzgado en público, pero ha sido como retroceder y volver a los tiempos en los que me ocultaba como si cometiera un crimen.

Suspiro al notar que la señora sentada en la barra nos ha mirado, pensando en todo lo que debe estar pasando por su mente.

Seguramente quiere quejarse por esto.

Muevo la tarjeta en mi mano para distraerme, leyéndola.

Es raro ver recién que la dirección del correo está mal puesta, así que releo porque no creo que haya podido ser tan tonto.

Compruebo que sí lo soy, al volver a fijarme en el número de casilla.

Puse un número mal.

Eso era importante por si alguien quería contactarme con alguna carta, después de las charlas.

Entiendo por fin, porque nunca nadie me escribió.

—Ustedes son muy lindos —escucho que dice alguien a mi lado y al levantar la mirada, veo a la señora sonriéndome directamente.

Estaba solo pasando y continúa caminando a la caja.

—Hablaba más de mí, obviamente —dice Ohm agarrando su jugo y me río, con una sensación buena en el pecho.

A veces estoy tan concentrado en toda la gente mala, que olvido que en el mundo también hay personas buenas.

Pecador | OhmnanonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora