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Nanon, 35 años.

Después de la predica en la iglesia sobre el pecado y la forma en que nos aleja de Dios, veo a un chico rubio que luce abrumado, saliendo por la puerta principal.

Se sienta afuera, en las bancas junto a la fuente, frotando sus manos en su rostro.

Estar al servicio de los demás es una costumbre que quiero seguir formando, además de que no hay mucho que hacer en mi vida durante los fines de semana, por eso me despido de las personas a mi lado y voy a sentarme junto a él.

Me acomodo a su lado y resoplo, llamando su atención.

Al notar que ha estado llorando, puedo intuir lo que sucede.

La enseñanza del día fue clara con respecto a algo específico y creo que su actitud tiene que ver con eso.

—¿Te sientes mal? —pregunto suavemente para que no sienta que es un ataque.

Porque no lo es.

—¿Cómo te sentirías tú si toda la gente se creyera con el derecho de decirte que lo que eres está mal?

Eso me confirma que no estaba equivocado con mis pensamientos.

—¿Cuál es tu nombre?

—¿Por qué?

—Bueno, supongo que quiero formar un ambiente más cómodo antes de decirte lo que pienso.

—¿Vas a decirme que ser homosexual está mal? —pregunta mirándome casi con rabia— ¿Acaso también crees que yo decidí ser así?

Trato de buscar las palabras correctas para expresar lo que pienso sin hacerle daño.

—Siempre hay una opción, tú quizás no lo ves ahora, porque eres muy joven.

—Yo no me levanté un día y tomé la decisión de ser gay —responde a la defensiva.

—Dios no aprueba eso, lo sabes y lo puedes cambiar, crees que no, pero eres capaz de decidir y renunciar al pecado que estás cometiendo o nunca vas a ser feliz.

—No es cierto.

—Lo es, tu fuerza de voluntad te hará un hombre correcto, deja de aferrarte a creer que no hay opción, porque la vida es para mejorar, y te darás cuenta en algún momento que lo que piensas que eres, no está bien y tienes que cambiarlo.

—Usted no tiene idea.

Sonrío al escucharlo, con una molestia dentro mí.

Esa sensación de tristeza que a veces llega junto con los recuerdos que evito traer a mi mente.

—Yo sé de lo que hablo, porque no toda mi vida le he servido a Dios.

Pecador | OhmnanonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora