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Nanon, 36 años.

Hace algunos años, en mis planes de vida, no existía la idea de tener que mudarnos de nuevo alguna vez, pero ahora, puedo ver las cajas regadas en toda la sala, porque ya no quisimos seguir desempacando.

Odio las mudanzas.

Son casi las nueve y escucho el sonido de la ducha prendida, porque Ohm está bañándose, mientras busco algo de comer entre las compras que hicimos.

El dolor en mi trasero está siendo muy molesto.

Lo mínimo que espero, es que haga más de la mitad solo él, porque no sería justo dividir esto en partes iguales.

Es verdad que tenemos sexo, todo el tiempo, y es verdad que cada vez que nos mudamos, Ohm tiene la costumbre de querer hacerlo en todos los ambientes que hay, pero estuve cargando muchas cajas, y había pasado un tiempo largo desde la última vez que cogimos por tantas horas sin parar.

Es decir, no podíamos, porque llevamos mucho tiempo sin estar solo los dos.

Cuando apenas empezamos a vivir juntos, al llegar a la ciudad, era genial que me ponga en cuatro contra el sillón y podía aguantar que se impulse subiendo sobre mí, pero ahora, me preocupa la pared, porque estuvimos golpeándola por horas.

—¿Ya puedes caminar? —pregunta Ohm saliendo del baño con una toalla en las manos, con la que se está secando el cabello.

Agarro un cojín y se lo lanzo desde donde estoy.

—Cállate —digo señalando el sillón— tú vas a arreglar esto.

—¿Qué? —suelta ofendido— está roto porque lo arañaste, Nanon.

—Por tu culpa —respondo cruzando los brazos.

Giro los ojos porque se ríe y camino de vuelta a la cocina, para sacar alguna taza y servirme un café.

Claro que puedo caminar.

—Ohm.

—Mande.

—Limpia el piso, por favor.

Me siento muy adulto responsable ahora, porque a los 20, podíamos vivir tranquilamente así por días, pero ahora, es raro ver tanto semen en los pisos.

—¿Deberíamos solo usar la cama? —pregunto ladeando la cabeza y él me mira.

Me río porque niega exageradamente con la cabeza.

—Voy a limpiar yo —dice amarrándose la toalla en la cintura.

Asiento caminando de nuevo a las cajas, porque no encuentro una cuchara.

—¿Te gusta el lugar?

—Me gusta —responde con la voz suave— la vista no es tan buena, pero es bonito.

Jadeo cuando siento que se para detrás de mí y besa la parte trasera de mi cuello.

—Ohm, ¿por qué no estás cansado?

—Sí estoy —dice acariciando mi cintura, cuando se pega más a mi cuerpo.

Estoy cansado también, pero no tanto, supongo, porque mi pene se levanta bastante más fácil de lo que me gustaría admitir.

Ohm se aleja porque el timbre suena, y no sé si estar enojado con la persona que toca o agradecerle porque mi cuerpo ya no puede más.

—Hola —escucho que dice al abrir.

—Buenos días, soy el encargado del correo en la zona —dice leyendo el papel que tiene en la mano— es usted el señor que se confundió en su dirección y pidió una revisión en el servicio postal, para traerle las cartas a este departamento.

—Soy yo —digo avergonzado.

—57 cartas, 22 sobres y 3 paquetes.

Ohm lo ayuda para que le entregue la caja que trae y me acerco porque el chico tiene unos papeles en la mano.

—Firme acá.

Asiento y lo hago rápidamente, mientras Ohm termina de meter todo a la sala.

—Gracias —digo al cerrar y cuando volteo, él ya está abriendo una de las cartas.

—Non, ¿quieres que te la lea?

—Sí.

Me siento frente a él, mientras desdobla el papel.

—Hola, Nanon, soy Mark de la universidad del sur en la que diste una charla la semana pasada, no suelo escribir cartas pero de verdad quería decirte gracias, estaba agotado porque siempre he estado solo, ocultando quién soy, y aunque seguramente necesitaré mucho más tiempo para dejar de estar asustado, hace unos días le he contado a mi mejor amiga que soy gay, y tú tenías razón, las personas que me aman de verdad, van a seguir amándome, porque sigo siendo yo, y no tengo que avergonzarme por eso.

Sonrío jugando con mis dedos, con un nudo en la garganta.

—Non.

—¿Sí?

—Lo hiciste bien.

Pecador | OhmnanonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora