09: Botón de Oro

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Adrinette April

El Real Yo

Botón de Oro

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Durante una clase de literatura, Marinette y Adrien tenían que trabajar en las partes de la poesía y componer unas estrofas que luego, presentarían a clases.

Aunque todos sus compañeros, tenían la misma actividad, Adrien veía como Marinette tenía la cabeza oculta entre sus brazos, como si no quiera ser vista.

—¿Nette? —Adrien se movió buscando el rostro de su novia entre los brazos—. ¿Qué pasa?

—Soy pésima para escribir poemas, y menos si lo tengo que recitar, no quiero —sacudió la cabeza. Adrien observó su hoja de tarea. Habían avanzado considerablemente rápido en estructurar la composición de una poesía, pero se vieron truncados a la hora de escribir una.

Lo peor es que tenían que ser tres estrofas.

Adrien observó a la chica una vez más, luego la hoja y se acercó para susurrarle.

—Eres una mentirosa, si eres buena para la poesía —ante aquello, logró que Marinette sacara su cabeza de entre los brazos y lo mirara de reojo.

—¿A qué te refieres?

—¿No lo recuerdas? —Marinette pudo ver algo destellar en los ojos verdes del rubio, que se saboreó antes de usar el lápiz de la Tablet y escribir en ésta.

Marinette observó lo que escribía e inmediatamente, saltó sobre él para quitarle el lápiz y borrar con el dedo todo lo que había escrito.

—Marinette, Adrien —la profesora les llamó la atención a ambos, que rápidamente se acomodaron en sus asientos—. Si tienen tiempo para jugar, debieron haber terminado.

—Casi —dijo Adrien, avergonzado—, hablábamos de nuestro poema, y a Marinette no parece gustarle que le recuerde que es muy buena para usar las comparaciones, las metáforas y la personificación dentro de las poesías y se sintió un poco abochornada, de todas formas, me disculpo con ambas por entorpecer la clase.

La profesora solo lo dejó en una advertencia y siguieron trabajando, mientras Marinette miraba de reojo al rubio que no había vuelvo a poner una sonrisa en sus labios...

—¿Ahora qué? —susurró Marinette, tomando la hoja y un lápiz para escribir lo primero que se le viniera a la cabeza.

—Solo pensaba en el poema a Botón de oro...

Marinette cerró los ojos y apretó tanto el lápiz en su mano derecha que sentía que estaba a punto de romperlo. ¿Por qué Adrien tenía que ponerse tan bromista durante las clases? Sentía ganas de agarrarlo de la cola de su traje y lanzarlo con todo el amor que sentía por él.

Respiró profundamente y abrió los ojos para retomar la tarea. Y poder liberarse de Adrien y su recuerdo de aquel bochornoso y cursi poema que ella había leído frente a él.

—Espera —bajó el lápiz para mirarlo—. ¿Lo memorizaste? —Adrien sin mirarla, pues también estaba haciendo su intento de escribir algo, afirmó con la cabeza— ¿Todo?

—Ambas —respondió, algo avergonzado—. La primera porque la repetimos muchas veces —le recordó.

—¿Y la segunda? —susurró.

—Mientras te escuchaba aquella vez, sentí muy personal tus palabras —confesó, mirándola finalmente—. Me sentí tan atravesados por ellas, que cuando me quise dar cuenta ya estaban instaladas en mi mente.

—Vaya —dijo, mientras empezaba a escribir un borrador de lo que sería el poema que entregarían.

Adrien apoyó levemente su cabeza contra el hombro de Marinette, haciendo que ésta se sonrojara.

—Me alegra ser tu Botón de oro —le dijo, antes de enderezarse y tomar su lápiz también para ayudarla a componer.

Marinette lo observó y sonrió. 

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