Acercamiento

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Caminando por un suelo alfombrado, rodeado por un techo y muros rojizos, adornados con pequeños, pero notorios dibujos de flamas doradas, Takeda se mantenía inmutable con una mirada indiferente. Su paso era lento, pero tranquilo. No parecía estar apurado. Descendió por diferentes escaleras, llenas de detalles similares a todo cuanto lo rodeaba, y atravesó puertas cuyo diseño concordaban perfectamente con el resto. Asta que se topó con una muy diferente a todas las demás, por su gran tamaño. Algo que, para alguien de su elevada estatura, llamaba un poco la atención.

Serró sus ojos, respiro hondo, y cuando la abrió, la luz del sol lo golpeo en la cara, dejándole ver un cielo tranquilo, con muy pocas nubes habitándolo. Más adelante, también pudo vislumbrar a dos figuras dándole la espalda, cuya atención se cernía en el ruido, y la imagen de un fuego ardiente azulado, disparándose en diferentes direcciones.

-Excelente princesa -Dijo una.

-Su técnica ha mejorado bastante -Agrego la otra.

Las voces se escuchaban idénticas, femeninas, y muy ásperas. Algo típico en personas de avanzada edad.

-Su encuentro con los maestros agua le ha hecho bien.

-Su padre estará satisfecho cuando se entere.

Situándose entre las dos ancianas, sus ojos se posaron en lo mismo que veían las de ellas. Concentrada totalmente en sus propios movimientos, Azula parecía no ser consiente de la llegada de su nuevo espectador. Quien solo permanecía inmóvil, observándola en silencio sin dar aviso de su llegada. Un acto que no paso desapercibido por las acompañantes de la princesa.

-El protocolo exige que se debe de mostrar el debido respeto ante la presencia de la realeza.

-¿Por qué no lo está haciendo soldado?

-Déjenlo, no me molesta. De todos modos ya terminé -Dijo Azula, lanzando una última llamarada, y adoptando una típica postura de autoridad, al tomar sus manos por detrás de su espalda después.

-¿Me mando llamar princesa? -Pregunto Takeda.

-Déjennos solos -Ordeno ella.

Las dos señarás compartieron una mirada entre ellas, antes de acatar lo dicho por su ama.

-Como ordene princesa -dijeron al unísono, para luego retirarse.

-Acércate.

Caminando nuevamente hacia la joven, quien a su vez se dirigía hacia el lado derecho del barco, la seriedad en el rostro de Takeda no se iba en ningún momento. En contraste, la hija de Ozai se miraba segura y relajada. Cuando ella se situó en el borde del navío, observando el inmenso océano que estaban surcando através de su embarcación real, junto con otros dos cruceros de guerra que servían de escolta, nuestro protagonista se detuvo a no más de dos metros de su persona.

-Tu compañía.

-¿Disculpe?

-Tú preguntaste por qué te había llamado. Haí tienes tu respuesta. Desde lo de los maestros agua no a pasado nada interesante, y aunque me gustan los entrenamientos, aparte de eso, no tengo nada que hacer asta que lleguemos a la capital.

-¿Así que... solo me llamo para hablar?

-Si ¿Alguna objeción?

Incrédulo, la confusión dominaba cada facción del rostro de Takeda ¿Hablar? ¿Solo eso? Sin duda alguna, tratar de adivinar que era lo que había dentro de la mente de esta chica era una tarea imposible. Después de todo lo sucedido entre ellos, ¿ahora solamente lo buscaba para conversar? Eso no tenía ningún sentido. Pero como ya venía haciéndose costumbre en esta extraña relación, no podía negarse a su petición por razones más que claras.

Avatar: El Dragón Sin LlamasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora