El Comienzo de la Batalla

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Situado en una colina, Takeda se mantenía de brazos cruzados, mientras observaba un punto lejano en el horizonte. De donde nacían varias estelas de humo, elevándose hacia un cielo inundado de estrellas. Azula, aproximándose por detrás de él, ni se molestó en tratar de ocultar su presencia. 

—¿Preocupado? —Cuestiono ella, al situarse justo a su lado— Claro, debe ser difícil regresar a tu hogar solo para verlo así. Ahora bien, ¿No te parece un buen momento para decirme como piensas liberarla? 

Cierto. Ese era su objetivo. Salvar Yang Gong, y evitar que el Reino Tierra pudiera emplear ataques en territorio de la Nación del Fuego, ahora que prácticamente no tenían una flota disponible para surcar los mares. Pero no podía solamente lanzarse al ataque sin más. 

Luego de su encuentro con la barcaza llena de refugiados, bajo órdenes de la princesa, esta fue enviada a la capital para que se le informara lo antes posible al señor del fuego. Después, dispuesta a ir directo hacia su nuevo destino, Takeda, como era originario de la colonia, le propuso a la joven dirigirse a una costa cercana que conocía, ya que la misma estaba muy oculta y cubriría su llegada. Además, ofrecería una vista perfecta de Yang Gong, lo que ayudaría a saber en qué tan mal estado se encontraba. 

Ahora, teniendo a la que alguna vez fue la colonia más rica de la Nación del Fuego, sufriendo los estragos de un ataque que aún se mantenía activo, solo quedaba discutir dos cosas: Como, y cuando atacarían.

Desde su posición, el gran asentamiento mostraba ser igual, o casi más grande, que la capital. Y aunque su imagen no mostraba la grandeza que alguna vez pareció poseer, lo extensa que era ya dejaba una gran impresión. Pero donde la vista de Takeda se fijaba más era en tres puntos exactos, que serian fundamentales en la lucha que se iba a librar: El puerto, la ciudadela central, y la entrada Norte. En el primero, decenas de diferentes tipos de embarcaciones lo llenaban por completo, sin dejar un solo muelle disponible para que algún otro pudiera atracar. No muy lejos, cinco navíos de madera lo mantenían cercado, haciendo imposible cualquier intento de escape por mar. Después, en la última línea de defensa que impedía la toma total de la ciudad, una bandera rojiza, con una flama negra dibujada en ella, era la señal inequívoca de que todavía había quienes seguían ofreciendo resistencia. Por último, decenas de tiendas de campaña yacían frente a la entrada norte, a las afueras de la metrópoli. Seguramente, el ejército invasor se plantó en ese sitio antes de comenzar con su ataque. No obstante, existía cierto detalle, cierta cosa, que conseguía dejarlo intranquilo. 

Como casi todas las colonias existentes, Yang Gong poseía una muralla exterior con el propósito de hacer frente a cualquier posible amenaza externa. Para que la guarnición local sé allá visto forzada a replegarse al interior de la ciudadela, los invasores tendrían que haberla atravesado de algún un modo. Pero, aunque no podía verla en su totalidad, lograba notar que en ninguna parte había indicios de que hubieran intentado tomarla. Exenta de cualquier daño, hacía que la pregunta de como habían logrado adentrarse tanto en la colonia asta estar a nada de conquistarla, con el muro defensivo intacto, resonara en su mente. 

—Sigo esperando —Dijo la princesa. 

—Solo hay cinco barcos del Reino Tierra. 

—Y nosotros solo tenemos tres. Nos superan en número. 

—Pero sus barcos están hechos de madera. Fáciles de incendiar. 

—Lástima que eso es exactamente lo que trataran de evitar en cuanto nos vean venir. No son tan tontos como para olvidar que somos maestros fuego. Intentarán tomar distancia de nosotros para así rodearnos. 

—Yo pensaba utilizar algo más poderoso que el fuego, princesa —Decía mientras le daba una rápida mirada. 

—Ah, ya veo. Quieres que use mis rayos, y sea yo quien los hunda. Bien, será algo muy sencillo para mí. Pero aún hay todo un ejército con el que tenemos que lidiar. ¿Alguna idea de como hacerlo? 

Avatar: El Dragón Sin LlamasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora