En el transcurso de dos días, las cosas mejoraron notablemente. La tierra rocosa, paso a estar poblada de hierba verde, y las montañas que se extendían hacia el cielo, tan altas que era casi imposible divisar la cima de la mayoría, comenzaron a desaparecer. Remplazadas por otras de un tamaño por mucho menor. Además, a medida que se dejaba atrás lo que fue una tierra árida, carente de vida, algunos animales aparecieron y la tropa que dirigía Takeda no dudo en convertirlos en su cena.
Cuando se le asignó el cargo de sargento, se suponía que solo debía de liderar a un total de cincuenta hombres. Ahora, ese número se había multiplicado hasta alcanzar la suma de al menos unas decenas. Tal vez incluso cientos. Y todo debido a la boca de Shao. Ese último mini discurso que dio, justo antes de que partieran, género que muchos decidieran seguirlo. Transformando el pequeño grupo que eran, en una agrupación, que no se podía comparar a lo que fue en su momento. Por supuesto, no todos los que escaparon del Muro de Juren fueron convencidos. Hubo quienes no atestiguaron el combate entre Takeda y el general Quan, resultándole indiferente su persona. Otros dudaban demasiado del plan, y prefirieron mantenerse con quienes conocían, antes de acompañar a un completo desconocido. También estuvieron los que no confiaban en su juicio, al notar que claramente era muy joven. Así pues, aunque una gran cantidad opto por emularlo, y fijarse como nuevos destinos los mismos que él se puso, muchos se quedaron atrás.
Siguiendo con su marcha, a plena luz del día, gracias a los pocos, pero significativos cambios en su travesía, su moral ya no estaba tan decaída como antes. Tampoco se podría decir que la tenían por las nubes, ni mucho menos. Pero al menos la sensación de estar con un pie en la tumba ya no se sentía en ninguno. La preocupación por seguir estando en territorio enemigo permanecía muy presente, claro. Sin embargo, ante la inexistencia de enemigos, ese temor decreció hasta llegar a tenerlo controlado. No así olvidarlo, ya que no ignoraban que seguían en retirada, y gracias a la desafortunada experiencia que sufrieron en el Muro de Juren, aguardaban atentos los alrededores, en pos de estar preparados ante cualquier posible ataque.
Por su parte, Takeda compartía este comportamiento.
Caminaba al frente de lo que se había convertido su pelotón, si es que aún se le podía llamar así. No se acostumbraba a que tuviera a tantos siguiéndolo como si fuera una especie de líder, y le generaba una sensación incómoda que le molestaba. Tratando de apaciguarla, hizo que su grupo original estuviera un poco más adelantado que el resto, con la escusa de que así sería más fácil que nadie pudiera perderlo de vista, y separarse.
A su lado, Shao y Satoshi mantenían su mismo paso.
—Hay, cuanta sed tengo— Se quejó Shao— Lo último de agua se terminó ayer, y ya me siento seco.
—¿Qué hay de lo que te cociné ayer?
—Ese pájaro estuvo rico. Pero solo sirvió para mi hambre. Daría lo que fuera por un buen baso de agua. ¿Los exploradores todavía no ven el río?
—Cuando lo vean, vendrán a decirnos. —Respondió Takeda.
—¿Y no puedes ir con ellos para ver si ya lo vieron?
—No
—¿Y por qué no?
—Por qué cuando lo vean vendrán a decirnos
Al frente, una figura se mostró bordeando una colina, y yendo en su dirección. A su espalda, cargaba un carcaj abastecido de flechas, mientras sostenía un arco.
—Ah, por fin. —Exclamo con alivio Shao— Pido ser el primer en beber del agua. Tú puedes venir después de mi Satoshi.
—No, yo quiero ser el primero.
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Avatar: El Dragón Sin Llamas
De TodoEl viaje del Avatar Ang por terminar la guerra de los cien años, y restaurar el equilibrio del mundo es una muy bien sabida. Los desafíos que enfrentó, las amistades que forjó, y las perdidas que tuvo que superar, le dieron la fuerza necesaria para...