Zhan Long

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Un vacío negro e infinito rodeaba a Takeda, mientras él era iluminado por una solitaria luz. Recostado en el suelo, mantenía sus ojos serrados, pero permanecía consiente. ¿Dónde estaba? ¿Cómo había llegado allí? Dudas que cualquiera en su posición se haría, más él nunca las formulo. La única cosa en su mente era el amargo recuerdo de como Quan lo había vencido otra vez. De como perdió otra oportunidad de oro para cumplir con su venganza. Un hecho que envolvía su corazón con una enorme frustración sumado de un intenso odio hacia sí mismo. ¿Cómo fue que no adivino el movimiento del general? Le dio la espalda para provocarlo, para que lo atacara y caer en una trampa. El mismo había usado esa misma estrategia contra los guardias reales de la princesa en el palacio. ¿Cómo pudo ser tan idiota? 

Maldijo a Quan. Con su corazón lleno de ira, su alma clamaba justicia. Todo su ser deseaba ver morir al gigante, costara lo que costara. Su cuerpo inerte, sin vida. Sus labios formulando palabras de súplica. Sus ojos presos del pánico. Takeda quería presenciar todo eso, para luego negárselo y acabar de la forma más dolorosa posible con su inmunda existencia. 

Pero, ¿Por qué? ¿Por qué cada vez que lo tuvo al alcance, siempre fallaba? ¿Por qué no lograba cumplir con su objetivo? ¿Qué se lo impedía? ¿Acaso no era lo suficientemente fuerte? ¿Era demasiado débil para enfrentarlo? ¿Sería que Azula siempre tuvo razón? No lo sabía, y al buscar una respuesta a dichas cuestiones, llego a una única conclusión. 

—Poder —Dijo una voz. 

Sí. Poder. Era eso lo que le faltaba. Un poder que pudiera rivalizar con la tierra control de Quan. Con el que pudiera aplastarlo, y vencerlo de una vez por todas. ¿Dónde podría conseguirlo? 

—Yo puedo darte ese poder.

Entonces Takeda fue consciente de que le estaban hablando a él. Desconocía en donde yacía, y el lugar de origen de esta voz. Frunció su seño, todavía sin abrir sus ojos.

—¿Quién eres? 

—Soy Zhan Long, y as llamado mi atención humano.

Zhan Long. El templo que había inspeccionado por órdenes de Bujing estaba dedicado a él. Si ahora se le aparecía el supuesto dragón, solo podía significar una cosa.

—Eres un espíritu.

—Sí, uno que te ofrece el poder que necesitas para lograr alcanzar tu meta. Eh visto en tu corazón, y percibo la frustración que sientes por tus derrotas. Por perder ante aquel al que llamas Quan.

Aunque Takeda no levantaba sus párpados, podía sentir una presencia. Una que lo vigilaba desde las sombras.

—Eres débil, humano. Muy débil como para derrotarlo. Tu sed de venganza no te permite aceptarlo, pero es la verdad. En cada enfrentamiento que as tenido contra él, apenas si as conseguido hacerle daño. No importa cuanto té esfuerces, jamás serás capaz de superarlo. Eres débil, humano. Muy débil.

Llamarlo débil era una cosa, pero decir que era menos fuerte que Quan era otra. Sus palabras calaban hondo en su espíritu, alimentado una rabia que iba en aumento a medida que seguía insultándolo. Lo peor de todo, es que muy en el fondo, Takeda sabía que tenía razón. Tres veces lo tuvo frente a él, cara a cara, y en ninguna vio al general esforzarse por vencerlo. Siempre se contuvo en sus encuentros. 

—As derrotado a muchos adversarios, tanto maestros como no maestros. Pero nunca podrás vencer a Quan solo con tu fuerza actual. No es suficiente. Pero con mi ayuda, podrás conseguirlo

—¿De qué hablas?

—Te ofrezco poder, guerrero. Uno que muy pocos humanos han alcanzado a poseer. Uno que te llevara a alcanzar todo tu potencial y te dará la victoria frente a tu enemigo. Sé lo que deseas humano. Tú no solo quieres ver morir al maestro tierra. Quieres que sufra, así como tu as sufrido. Que sienta el mismo dolor que él te causo. Hacerlo pagar por aquello que te arrebató.

Avatar: El Dragón Sin LlamasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora