—No.
—No te lo pediría si tuviera otra opción.
—No. No hago caridad.
—¿No se supone que somos amigos?
—Incluso entre amigos hay límites. Y no pienso llevar a un mocoso conmigo solo por qué tú me lo pidas.
—No debería estar aquí.
—No me importa, y a ti tampoco tendría. Si muere, muere. Sí vive, se convertirá en un soldado ejemplar. Podría ordenar que se cuente en la capital de como su sentido del deber era tan grande, que no pudo resistir el llamado de nuestra causa y se enlistó para servir con honor en el campo de batalla. Sería un héroe a ojos todo el pueblo de la Nación del Fuego.
—O podrías solo llevártelo.
Takeda y Azula hablaban en una habitación, a solas. Nadie podía escucharlos, así que podían platicar libremente sin preocuparse por oídos ajenos. Además, en el exterior se oía el movimiento de las tropas que seguían haciendo los preparativos para emprenderse contra el general Quan, haciendo más difícil que se les pudiera espiar. Ahora, con respecto al tema principal de su discusión, en realidad era algo muy simple y a la vez necesario para Takeda. Azula no lo veía de esa manera.
—¿Por qué te importa? Solo olvídate de él y ya. No entiendo por qué te preocupas por un niñito aspirante ha soldado.
—Solo tómalo y vete. No te estoy pidiendo mucho.
—Le estás pidiendo a una princesa que transporte a un sucio y ordinario campesino sin valor. Un plebeyo que nunca me será de utilidad. No veo ninguna razón para...
—Ese niño es mucho más fuerte de lo que te imaginas —La interrumpió Takeda, dando unos pocos pasos hacia la princesa, con una mirada muy seria. Azula se dio cuenta de que sus palabras lo ofendieron, y al mismo tiempo, eso le dio gracia.
—Así que te encariñaste con él. Me sorprendes Takeda. No pensé que fueras del tipo sentimental.
—¿Lo aras?
—No. Aunque sienta algo de aprecio por ti, eso no significa que te are concesiones cada vez que necesites algo de mí.
—¿Pero yo si tengo que hacerlas?
—Bueno, tú me golpeaste, ¿recuerdas? Aún no te he perdonado del todo por eso.
La molestia de Takeda creció tras escuchar lo dicho.
—Tú me disparaste un rayo, y me quemaste todo el brazo.
—¿Se te olvida que me insultaste prácticamente en la cara?
—Solo te llamé débil.
—Sabiendo que eso me haría enojar.
—Por qué tú acababas de despedirme por una estupidez.
—No veo que jurarle lealtad a tu princesa sea algo estúpido.
—Lo es si es una loca.
—¿Loca? —Borrándose la tranquila expresión que tenía, y acercándose a quien la llamo de esa forma, los dos parecían estar igual de molestos con el otro— ¿Cómo te atreves? ¿Así es como pides favores?
—Llevar a un niño de regreso a la capital. No es mucho lo que te pido.
—¡Claro que sí, idiota! ¿Crees que Bujing no sospechara algo si termino haciéndolo? Ahora mismo ya debe de estar preguntándose por qué acepte verte para empezar.
—Eso ya lo sé.
—¿Entonces por qué rayos pones todo en riesgo por un niñito cualquiera?
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Avatar: El Dragón Sin Llamas
RastgeleEl viaje del Avatar Ang por terminar la guerra de los cien años, y restaurar el equilibrio del mundo es una muy bien sabida. Los desafíos que enfrentó, las amistades que forjó, y las perdidas que tuvo que superar, le dieron la fuerza necesaria para...