Capítulo 17

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-Ya lo sé

-¿Era necesario que te pusieras un traje tan ajustado? Te pronuncia tanto.

-Es el único traje de noche que tengo.

-Sin duda es un resto de los días en que tú y tu agraciado banquero son la crème de la crème de la alta sociedad de Charlestón.

Helmut cerró los ojos y se negó a contestar.

-¿No me lo discutes?

-No quiero pelearme contigo, James. No creo que tenga estómago para volver a hacerlo nunca más.

-¿No quieres pelear conmigo?-le preguntó él, riéndose.

-La gente cambia.

-No lo suficiente. Nunca es bastante como para llevarse bien con otras personas. Por ejemplo, aquí me tienes a mí, vestido de pingüino, dispuesto a ir a un sitio en el que se supone que me voy a divertir con algo que no entiendo y que ni siquiera me gusta. Y eso no va a cambiar mi forma de ser. Yo no seré nunca un tipo elegante, no me cabe la menor duda, y lo he aceptado hace ya mucho tiempo.

-¿Y tú elegante mujer lo va a aceptar también? ¿Te va a querer con tu forma de ser?    

-A lo mejor no. Pero es así como me va a tener que aguantar.

-¡Ah, maravilloso! ¡Algo completamente excitante para ella!

James giró entonces la cabeza lentamente, La mirada que había en sus ojos era cálida y peligrosa.

-Algún día me vas a sacar de mis casillas.

Helmut se volvió entonces a mirar por la ventanilla las luces de Phoenix.

James aparcó cerca del teatro. Había muchísima gente y Helmut se quedó cerca de él para no perderse, sintiéndose además un poco nervioso al verse rodeado por tanta gente.

-¿Es que ya no te da miedo estar tan cerca de mí?- Preguntó James.

-Te tengo menos miedo a ti que a todos ésos –le contestó-No me gustan las multitudes.

Entonces él se paró en seco, mirándolo con ojos escrutadores.

-Pero a ti te gusta la cultura, ¿no, querido?

El sarcasmo de su voz era evidente.

-También me gustan los hombres que cantan canciones de amor con voz profunda.

James pareció desconcertado durante un instante.

Se volvió y lo guió a través de la multitud con un cierto aire de confusión en el rostro.

Todo parecía ir mal.

Sus entradas eran para otro día, tal como le dijeron a James, educada pero, firmemente en la taquilla.

-¡Y un cuerno! -le dijo al hombre bajito que estaba en la puerta.

Entonces sonrió, y Helmut supo que eso quería decir que iba a haber problemas.

-Escucha, muchacho, se suponía que eran para esta noche, así que ya que estoy aquí, me quedo.

-Por favor, señor, baje la voz -le suplicó nerviosamente el tipo bajito mirando a los lados.

-¿Qué la baje? ¡Nada de eso! -le gritó James- Si lo que está buscando son problemas, los va a tener.

Helmut cerró los ojos.

¿Cómo se le ocurriría caer siempre en lo mismo y no aprender?

  -Por favor entre, señor. Estoy seguro de que este malentendido ha sido culpa nuestra -dijo por fin el hombrecillo en voz alta y con una sonrisa forzada James asintió y sonrió fríamente.

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