Miró entonces a través de los dedos.
El comprador estaba tratando de sentarse, y Barnes estaba de pie cerca de él, fumándose el cigarrillo como si no hubiera pasado nada.-¡Largo de mis tierras, hijo de...! -siguió una sarta de insultos mientras se inclinaba y cogía al hombre de la solapa obligándole a levantarse: Le metió a empujones en el coche y cerró la puerta de golpe.
Helmut se quedó como petrificado cuando el coche arrancó. Se le quedó mirando durante un largo instante y entonces, con un suspiro, empezó a andar siguiendo el mismo camino que el coche.
-¿Dónde demonios te crees que vas?-le preguntó Barnes.
-Al pueblo.
-Todavía no, quiero hablar contigo.
Helmut se dio la vuelta y le miró.
-Pero yo no quiero.Él lo cogió del brazo y lo llevó hasta la casa.
-¿Te he preguntado yo algo?-¡No, no lo haces nunca! ¡Haces lo que te da la gana! Él te ha ofrecido un precio bastante generoso. ¡Me vas a costar una fortuna!
-Ya te dije que no le trajeras aquí.
-¡Pero tú le dijiste a mi secretaria que podía venir!
-¡Y un cuerno! Lo que le dije a Angie es que podía venir si creía que estaba en su día de suerte.
Y la pobre Angie no se había dado cuenta de lo que aquello quería decir en realidad.
-Angie es nueva -murmuró Helmut, permaneciendo de pie en el destartalado salón.
Ni siquiera había electricidad. Lo único que tenía era algunas lámparas de petróleo y unos muebles donde él no se habría sentado por nada del mundo.
-Siéntate- le dijo James acercándole un destrozado sillón.
Él se quedó de pie. Había estado en esa casa sólo una o dos veces, con su tío, y desde que éste murió, siempre había encontrado alguna excusa para quedarse en el porche cuando iba por allí para hablar con Barnes.
Lo miró con una expresión extraña cuando vio la cara con la que estaba mirando su reducido mobiliario. Se levantó enfurecido y entró en la cocina
-Ven aquí, a lo mejor las sillas de la cocina te parecen mejor para tu exquisito trasero.
-Lo siento-le dijo el joven zemo entrando en la cocina– No quería ser tan grosero.
-Lo que no querías, era ensuciarte tu preciosa vestimenta con mi mobiliario- le dijo él riéndose.
-Bueno, ¿qué quieres?
-Esa es una buena pregunta– Le respondió él apagando en un cenicero el cigarrillo- Hasta ahora no me había dado cuenta de lo bestia que podía llegar a ser.
-No te preocupes, lo de anoche me lo tomaré como una experiencia.
-¿Tienes mucha? -le preguntó él mirándolo a los ojos- ¿Luchaste conmigo porque tenías miedo?
-¡Me estabas haciendo daño!– Le dijo él de mal humor.
Barnes respiró profundamente y las pupilas le brillaron. Hizo una leve pausa y sus siguientes palabras la tomaron completamente por sorpresa.
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Tal Como Eres
RomantizmEl maleducado granjero James barnes quería aprender buenos modales para así enamorar a... ¿una mujer? y Helmut Zemo era la única persona del pueblo que tenía la suficiente educación como para llevar a cabo ese trabajo. Ningun otro hombre o mujer se...