Capítulo 8

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-No luches conmigo -le dijo él suavemente- No tienes nada que temer...

¡Pero sí que lo había! Su propia reacción ante lo que James estaba haciendo era aterradora.

Notó cómo las piernas de ambos se juntaban y, entonces, emitió un leve gemido de placer, que no le pasó desapercibido a James.

Su cabeza se acercó aún más. Los ojos de Helmut se cerraron y notó cómo la calidez de su respiración pasaba a lo largo de todo su rostro, desde la frente hasta la boca, pasando por los ojos y la nariz.

Sin preocuparse por su posible respuesta, echó hacia atrás la cabeza y abrió la boca invitándole. Esperó, respirando su aliento mientras esa ansiada boca se acercaba.

¿Sería más agradable esta vez o volvería a hacerle daño? Se preguntó Helmut.

-¡Señor Barnes!

El grito sonó como un cañonazo.

James levantó entonces la cabeza, como volviendo de otro mundo.

-¿Qué pasa, Jake? -preguntó mientras se abrochaba la camisa y se dirigía hacia el porche.

Helmut les oyó hablar, le parecía algo completamente irreal.

  Todavía estaba temblando, y su boca todavía deseaba el beso que no había recibido. Miró a James con admiración, dejando que sus ojos recorriesen la tremenda masculinidad de su espalda y caderas.

Recordaba, perfectamente en contacto de su piel, su olor...

Cuando se cruzó de brazos, se dio cuenta de que tenía los pezones y su hombría completamente endurecidos.

Trató de mantener bajo control su cuerpo. Era evidente que le deseaba. Deseaba todo lo que James podía darle, el contacto de su piel, de su boca...

Casi lo dijo en voz alta, dada la fuerza de ese deseo, esa urgencia que no había sentido nunca antes.

Los dulces recuerdos del hombre que había quedado en su pasado se habían evaporado completamente durante ese reciente acceso de pasión y habían sido reemplazados por una emoción muy diferente, una violenta necesidad que nunca antes había experimentado.

¿Qué actitud podría ahora adoptar frente a James, después de habérsele entregado tan completamente?

James era un hombre que seguramente no dudaría en tomar aquello que se le ofreciera, a pesar de su antigua amistad.

Si Helmut se dedicaba a actuar como un hombre seductor, ¿qué podría esperarse?

James era humano.

Se aclaró la garganta cuando James volvió a entrar en la habitación. Si pudiera encontrar una excusa para volverse a casa...

-Voy a buscarte una caña de pescar -le dijo sonriéndole- ¿Tienes un sombrero?.

-No.

-Aquí tienes uno -le dijo acercándose al ropero y arrojándole uno que le vendría bien- Era mío. Bueno, vámonos.

Lo acompañó a la puerta antes de que tuviera la más mínima oportunidad de protestar y, minutos más tarde, estaban dando saltos con el coche, atravesando los pastos en dirección a la poza donde él solía bañarse y pescar.

-Antes nos bañábamos aquí -le dijo el mas alto cuando llegaron y se sentaron en una fresca sombra al lado de la orilla- Todavía lo hacen algunos chicos, pero para lo que es muy bueno este sitio es para pescar.

Cuando James cogió el bote de los gusanos y ensartó uno al anzuelo, Helmut le miró con una cierta cara de asco.

-Por favor... -le dijo suavemente.

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