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Al día siguiente llegamos al bosque siguiendo el Jeep de Stiles. 
Bajamos del camaro al tiempo que Scott bajó de su moto, Allison de su auto y Lydia del suyo. 

Nadie habló durante un largo tiempo. 

— ¿Alguien más cree que estamos haciendo más mal que bien? — rompió el horrible silencio Lydia 

— Intentamos evitar que un padre mate a su propia hija — le respondió Scott 

— De hecho, intentamos evitar que un hombre mate a un coyote, que de hecho, es su hija, a la cual no sabemos cómo transformar de coyote a humano — Scott cerró los ojos cuando Isaac dijo eso 

— Y de nuevo no nos ayudas — 

Me mantuve callada. No tenía ganas de hablar con nadie, especialmente al estar viendo a Allison llena de nervios y temblando de esa manera. 
¿Por qué demonios Scott quiere que lo haga ella? ¿Acaso no ve que la está lastimando más y sobreexplotando? 

Bueno... tal vez él no lo ve así. 

Cuando estaba acomodando la mochila se escucharon disparos. Salí de la cajuela y fui a donde los demás. 
Scott tomó su moto y se fue. 

— ¡Hey, Scott! ¡¡Espera!! — sujeté a Stiles del brazo 

— Tú también espera — 

Isaac pasó por mi lado e igual se fue tras Scott... y Allison los siguió. 

— ¡¡Isaac!! —  

Tomé el celular de Stiles de su bolsa y llamé a papá. 

— . . .¿Se llevó la muñeca de nuevo? — 

Le quité el celular que me había quitado que yo le quité a él.

— ¿Por qué demonios es tan importante esa maldita muñeca? — 

No lo sé, pero escúchenme: hay trampas por todo el bosque cerca del sendero donde fue el accidente y Tate salió con un rifle. Quiero que se mantengan lejos del bosque, ¿entendieron? — nos miramos con nervios — ¿_______, Stiles? — 

— Es la muñeca — dijimos 

— ¿Chicos? — y le colgamos 

— ¿Es la muñeca? — repetí 

— Pero... ¿por qué se molestaría en ir a la casa y luego a la escuela solo por la muñeca? — pregunté colgándome la mochila mientras observaba como Lydia daba vueltas por todo el lugar 

— Una que estaba en el auto, en el accidente y no la encontramos en su guarida —

— Le gusta la muñeca, ¿Qué importa? — respondió Lydia 

— Sí, le gusta mucho la muñeca — coincidí cuando logré sacar el tranquilizante 

— ¿Qué clase de muñeca es? — preguntó

— Una fea y vieja, ¿importa? — le respondí 

— No lo sé. Es una muñeca: tiene brazos, una enorme cabeza de bebé y unos ojos grandes y sin alma — me senté en una piedra detrás de ellos 

— De hecho, tienes la imagen — le recordé 

— ¡Sí! — sacó su celular y nos la mostró 

— ¿Ella es Malia? — 

— Sí. Es la ropa que estaba en la guarida — respondí mientras acercaba la foto — Stiles... ella no está cargando a la muñeca — dije 

Cielo Sin Estrellas [Isaac Lahey y tu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora