Capítulo veintiocho.

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Harry se fue del hotel, no quería hacerlo la verdad, pero no le quedaba de otra. Estaba manejando hacia su trabajo, tenía miedo de lo que podría llegar a pasar, su padre, por lo que le dijo Natalie, no estaba de buen humor y, sinceramente, no tenía ganas de aguantar ese tipo de estado de ánimo. Suspiró y estacionó fuera de la empresa.

Entró y fue directamente a su oficina, lo primero que vio fue a su padre sentado en su escritorio, volvió a suspirar y se sintió pequeño, como cuando Dess lo regañaba cuando era un niño.

-¿Estas te parecen horas de llegar, Edward?-dijo con un tono brusco, sin una pizca de cariño. Harry trago saliva con dureza, quería hacerse bolita en un rincón para esconderse de él.

-Em, yo, papá...

-Papá nada ¡Son las dos de la tarde, joder!-Su ceño estaba completamente fruncido y su tono demostraba a la perfección su estado emocional.

Si hubiese llegado a la hora correspondiente de igual manera encontraría la manera de descargar la ira acumulada con el rizado, así era Dess.

-Lo-lo siento, yo...

-Tú nada, Harry. Te dejo al mando, dejo que manejes esto, ¿y así lo haces? Llegando tarde y, para colmo, infestado en el aroma de una omega. ¡Esto no es juego! No gaste años de mi vida para que arruines todo mi sacrificio.

Harry tenía la mirada gacha, se sentía un completo crío, como si no tuviera voz propia, como si no pudiera defenderse de manera oral y dar una explicación. Sabía que el problema no era sólo con él, lo sabía de sobremanera, no es la primera vez que todo el veneno acumulado recae en su propia persona.

-No sé porqué pensé que serías el indicado para estar al mando, por lo visto te interesa más irte de fiesta que manejar el puto negocio familiar.-Siguió con su sermón, uno que hacía que la garganta del alfa se cerrara.

Tanto tiempo invertido en complacerlo no servían de nada, nunca lo lograría, siempre será la persona menos indicada para cualquier actividad. Complaciente era la única palabra que existía en su diccionario e inconforme siempre será la respuesta de su progenitor.

-Yo lo siento, no quería...

-No te quiero escuchar.

El alfa trago sus palabras y como pudo obligó a sus piernas a dirigirse al pequeño sofá que tenía en su oficina.

-Hable con Micaela, ¿así que sigues llegando tarde y con olor a alcohol?-rió sin gracia-Debí suponer que no podrías con esto.

Sabe que puede defenderse, sabe que puede probar que cada una de esas afirmaciones son calumnias, pero ¿Ganaría la batalla? Tiene la respuesta en frente, una de las personas que le dio la vida le cree a personas ajenas, extrañas, sin tener alguna prueba de ello. Eran sus débiles palabras contra las convincentes historias de ellos, no tenía forma de salir victorioso.

Pretendía sorprender a su padre haciendo un buen trabajo, en su imaginación su padre pronunciaba "Buen trabajo, hijo" con una sonrisa en sus labios, que iluso era al siquiera soñar con aquello.

Ese loco producto de su imaginación era lo que anhelaba y lo que jamás obtendría.

Su padre lo ignoró lo que quedó del día, solo le dijo que no trabajaría por llegar tan tarde, que él arreglaría lo que Harry no hizo. El rizado solo asintió y se sentó en el sofá nuevamente, sin hacer nada.

...

-Hola, Harry.-saludo Natalie, quien no pudo compartir palabras con el alfa porque no tuvieron la oportunidad de cruzarse.

-Hola, Nat.-correspondió al saludo un poco desganado. Mental y emocionalmente se sentía debastado, fueron demasiados sentimientos negativos como para sobrevivir, hasta el mejor guerrero caería en las garras de la mente en su situación.

Park | l.s (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora