Capítulo diez

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Caminaban en silencio, uno no muy cómodo, pero preferían ignorar aquel pequeño detalle. El cuerpo de Louis ya estaba a una temperatura adecuada, sus pies no dolían y sentía las piernas. Jonathan dejo de temblar y ahora dormía plácidamente en los brazos de su madre con el abrigo cubriéndolo.

Llegaron a la habitación número 12, Harry frenó su paso y Louis paró detrás, era una puerta blanca con picaporte dorado, por lo que pudo ver el omega. El alfa abrió la puerta haciéndose a un lado para darle el paso, Louis lo miró a los ojos pidiendole permiso, Harry entendió su mirada y le tendió un leve asentimiento.

La habitación era enorme, tenía una pequeña sala a un lado de la entrada, una cocina que se veía a lo lejos, era pequeña, pero más que suficiente para el castaño. Los ojos azules del omega recorrían curiosamente el lugar, viendo los detalles de las lámparas que se encontraban adornando cada rincón, viendo las paredes color crema. Era perfecto. No sabe en qué momento llegó a la habitación, pero dios, era enorme.

Lo primero que observó fue la cama matrimonial que se encontraba a un par de pasos de él, era enorme, tenía una colcha gris, se veía extremadamente suave y unas almohadas color blanco. Había una mesita de noche a un lado, con una lámpara que tenía los mismos detalles que las que habían en la sala, un enorme televisor estaba al frente de la cama, colgando de la pared. Lo mejor era la vista. Había un enorme ventanal que daba a la ciudad, era precioso ver las pequeñas luces que adornaban las calles de Londres desde allí.

Harry estaba apoyado en el marco de la puerta, viendo como el castaño veía cada pequeño detalle de la habitación.

—¿Te gusta?–se atrevió a preguntar el de ojos verdes.

Louis volvió a la realidad, cayendo en cuenta que había una persona extraña...en la misma habitación y, como si fuera poco, era un alfa. Harry notó el cambio de clima, el castaño miró a la persona que estaba en la puerta y dio un vago asentimiento.

—¿Necesitas algo?–Louis negó al instante.

—Bien. Tú pide lo que quieras, no sientas que estás abusando de algo. ¿Esta bien?–Louis volvió a asentir.–Okey, yo tengo que irme, te dejo para que te pongas cómodo. Espero que pasen una linda noche–dijo dejando a Louis solo en el cuarto.

El omega escucho la puerta cerrarse y un silencio total reino la habitación. El aire volvió a sus pulmones. Si bien ya había visto al alfa antes, no confiaba en él y, aunque su omega le repetía que no les haría daño, no confiaría.

Dio un par de pequeños pasos y acostó a su bebé en la cama, el menor se acomodó gustoso. Puso un par de las almohadas que habían allí a su alrededor, por si se movía de más, para que no se caiga. Fue a recorrer él mismo todo, estaba realmente fascinado, era todo lo que quería tener, parecía un sueño.

Caminó hasta la cocina, paso su dedo índice por la superficie de la barra tocando el reluciente mármol. Abrió la heladera y vio que había agua, leche y un par de frutas, todo lo que necesitaba en ese momento, agarró una manzana desesperado, ni siquiera le importo lavarla, solo la comió. Su estómago agradecía que estuviera ingresando a su organismo algo de comida.

Revisó la alacena, no había nada como era esperase. Volvió a la habitación y revisó que su cachorro estuviera bien, una vez que chequeo que todo estuviera como era de esperarse, fue hacia lo que supone que es el baño.

Entró y quedó asombrado, no era muy grande, no era muy chico, era normal, era perfecto. Había un pequeño lavamanos, un espejo sobre la pared y una bañera blanca, ese lugar era un sueño. Salió de ahí y volvió al cuarto viendo que todo estuviera bien, acomodó las almohadas de nuevo, aunque no se haya movido, y volvió al baño. Abrió la canilla y admiró como el agua caía sobre el duro material de la bañera. Se sacó la ropa, la dejo arriba de la tapa del inodoro y se miró en el pedazo de vidrio, no le gustó lo que pudo observar. Sus costillas se marcaban un poco, su piel era mucho más pálida de lo normal, aquella pequeña pancita ya no estaba. Era un omega descuidado, con rastros de calle en él, con rastros de supervivencia. Los días sin comer para que su bebé lo hiciera dieron sus frutos y lo estaba viendo con sus propios ojos.

Park | l.s (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora