Capítulo 7: Encuentros inesperados

353 28 8
                                    




Descubrí que estando triste era todavía más invisible, es decir, sin hacerlo por voluntad propia. Los maestros a menudo preguntaban si había asistido, y luego de tener mi lista de puntualidad perfecta, no volvían hablarme durante el resto del día. 

También me ayudaba el esconderme en la esquina del aula.

No podía mirarlo, tampoco quería tenerlo cerca de mí. Me dolía tener el corazón roto y que este sostuviera la esperanza de que vendría en algún momento para arreglar esto, que seríamos felices "a pesar de..."

Como si de una enfermedad rara se tratase, ninguna comida tenía el sabor para abrir mi apetito. Únicamente disfrutaba de las malteadas de vainilla que todavía seguía comprando en ese sitio de comida rápida al terminar las clases. Se volvieron el mejor alimento que podría tener al día.

A pesar de que mi alma no estaba bien, todavía podía mantener el paso al jugar en las nacionales aunque ya no existía motivación ni alegría dentro de mí. Y podía decir lo mismo de todos nosotros; nuestras miradas ya no tenían ese bonito brillo, o las sonrisas, nuestros elogios después de cada buen enceste. Nada. No había absolutamente nada.


Encontrar a Ogiwara-kun fue la pequeña pizca de esperanza que se instaló repentinamente dentro de mí.
Como algún día prometí con mi amigo que me enseñó el arte del básquetbol, jugaríamos para definir quién era el mejor, jugaríamos para comprobar quién se había esforzado más durante todo este tiempo.

Era el momento más esperado para mí y también por el cual quise unirme a como diera lugar a los titulares de Teiko.

Sin embargo, últimamente mis sueños se desmoronaban uno por uno, y el último mencionado no fue la excepción.


No pude jugar porque había recibido un golpe que me hizo perder el sentido durante varios minutos. Yo no era un jugador fuerte físicamente, entre el cansancio, la tristeza, la sensación asfixiante de un próximo ataque de pánico y el duro golpe en la cabeza, quedé fuera del partido que nos llevaría a la tercera victoria a nivel nacional.
Fue duro aceptarlo, pero solo le pedí un último favor al capitán de la generación de milagros. Y ese mismo favor fue el que me costó un terrible precio.

Ninguno quería competir por puntos y superarse entre ellos; estaban agotados mentalmente de que ninguno pudiera vencerlos o siquiera detenerlos. Desde que sus habilidades despertaron todo era pan comido para ellos, y Akashi se aprovechó de ese terrible sentimiento para proponerles una jugada interesante: Dejar que el equipo contrario solo anotara once puntos, de los cuales ellos solo llegarían al ciento once.


Fue cruel, despiadado.
No sé cómo no pude notarlo antes, o quizá se debía a que estaba completamente mareado. Cuando llegué, una vez más ya era demasiado tarde.
Aomine marcaba a Ogiwara-kun y lo dejó encestar, claramente lo hizo. Como si no bastara, lo masculló tan fuerte que hasta yo pude escucharlo quejarse. Le decía inútil a mi amigo.


Cada telaraña de su juego me dejaba ver la intención con la cual marcaban su victoria a cada último segundo transcurrido sobre el marcador.


La dirección del balón no era buena, había sido un tiro desesperado y sin ritmo. No encestó, así que Murasakibara chasqueó y brincó para tomar el rebote, el cual encestó.
Con esa demostración de fuerza bruta todas mis ilusiones se drenaron en un suspiro.

Memories ; AoKuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora