Capítulo 8: Danza con el diablo (1/2)

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Sus ojos se abrieron lentamente en cuanto pudo oír a su madre entrar a la habitación, cerrando la puerta sin cuidado y todo debido a que cargaba con una bandeja en sus antebrazos, la cual tenía un desayuno puesto de manera muy organizada: Chocolate caliente en una enorme taza azul y unas galletas bien horneadas en un pequeño y floreado platito de porcelana. A un lado una nota en la cual le deseaba un buen día y todas las bendiciones del mundo, las cuales no harían ni un poquito de efecto en Anne porque, iHey! ¡Estaba enamorada "del diablo"!

Volvió a cerrar sus ojos debido a que no quería que su madre notara que estaba despierta, sintiendo como ésta dejaba la bandeja a un lado suyo, sobre su mesa de noche.

—Anne. —Le sacudió el hombro, la adolescente simplemente cubrió su cabeza con las cobijas. —El desayuno, preciosa.

—En un minuto...

Su madre suspiró, regañándola un poco debido a que sabía que no iba a despertar de inmediato y ella no podía quedarse. Simplemente se fue, y
Anne frotó sus ojitos con sus puños por debajo de las cobijas. Casi de inmediato sintió el peso de un cuerpo caer a un lado suyo, sentándose. Hubiese tenido miedo, pero solo sentía emoción.

—Miren quien despertó? —No pudo evitar sonreír, cerrando sus ojos con fuerza por unos segundos y sintiendo cosquillas en su abdomen. Le encantaba cuando le hablaban así, especialmente si era Marcy, por lo que no pudo evitar sonrojarse.

Se quitó las mantas de encima a la par en que se sentaba con algo de lentitud, haciendo su cabello hacia un costado, aunque como de costumbre, no hacía efecto. Continuaba estando despeinada, pero poco le importaba ya que Marcy la había visto varias veces de aquella manera. Bostezó antes de levantarse.

—Ya vuelvo. —Dijo, y corrió descalza hacia el baño. Se había aguantado en ir el día anterior.

Minutos después salió, Marcy continuaba en el mismo lugar y con su mirada sobre la adolescente que ingresaba con pereza - nuevamente- a la cama. Tomó la bandeja y la puso sobre su regazo, el cual estaba oculto bajo las cobijas. La mantenían abrigada, hacía frío fuera.

Antes de comenzar a beber de su chocolate caliente para comenzar bien el día tomó una galleta y se la tendió a Marcy sin verla

—¿Quieres? —De reojo notó como ésta negaba y de inmediato la sumergió en su chocolate caliente para luego morder, masticando el exquisito sabor de ambas delicias mezcladas.

Es cuando decide comenzar a beber de su chocolate caliente que Marcy decide hablar: —He estado merodeando por tu casa. –Casi escupe todo, alejando la taza con rapidez de sus labios y tragando con fuerza la bebida. Su corazón latía muy fuerte, sus ojos se abrieron de par en par. ¿Marcy había hecho algo nuevamente? El miedo se disparó por todo su cuerpo. —Tranquila, no hice nada malo ni que hiciera notable mi presencia. —Aquello provocó que el alivio cayera de manera satisfactoria sobre ella, provocando que suspire antes de continuar desayunando. —Solo se giraron crucifijos... y asusté a tu padre... Solo eso.

—Oh, bueno... —Anne aceptó aquello. Por algún motivo, comenzaba a gustarle el que Marcy hiciera notable su presencia. ¿Acaso era el poder y protección que sentía cuando tenía a  la diabla a su alrededor? ¿Éstas dos emociones comenzaban a apoderarse de ella?

Quiso verla, y sabiendo que no podía ver sus ojos decidió ver sus labios, pero de inmediato bajó la mirada y sus mejillas ardieron de manera infernal al recordar el como sus labios se habían rozado contra los del ente la noche anterior, en pleno silencio y absoluta oscuridad de su cuarto.

—Descubrí que tienes una azotea.

Asintió lentamente. La preciosa azotea a la cual nunca tenía permitido ir. Se lo prohibían y todo por ser bastante torpe con sus pasos, ambos padres de la adolescente creyendo que ésta podría caer y morir de manera trágica.

Dancing with the Devil - MarcanneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora