Capítulo 24: Que empieze el espectáculo

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Un suspiro. Un largo, profundo y entrecortado suspiro.

No, no. Simplemente no podía.

Su mente no regresaba, ni avanzaba. Se necesitaba más que un suspiro para afrontar lo que había sucedido, y ganas de vivir para afrontar lo que continuaría.

Observó su vista nublosa, sus manos ensangrentadas, temblorosas y lastimadas. Alzó la vista y observo a unos metros aquella bolsa, nuevamente regresando la vista al frente.

Se necesitaba querer estar bien para querer morí. Definitivamente no quería estar bien, porque no lo merecía. Mercería sufrir. Se puso de pie como si nada, sin sentir ningún tipo de dolor, solo un hormigueo y un vacío en su pecho, y se dio vuelta, intentando no tropezar, cobrando y con su mano presionada en su costilla a pesar de que no sentía ningún dolor.

El verdadero dolor ahora estaba en su alma.

Y esperaba, realmente lo hacía, no estar viva pasada la medianoche.

12 horas antes de lo ocurrido.

Anne abrió sus ojos debido a el peso de a su hermana sobre ella, despertándola sin ningún signo de gentileza, tan solo un canto desafinado y molesto, pero la hizo sonreír.

—FELIZ CUMPLEAÑOS A TI, FELIZ CUMPLEAÑOS A TIIIII... —Recibió un beso en su mejilla que la hizo reír silenciosamente y ocultar su rostro en la almohada, fingiendo seguir durmiendo aunque claramente no era así. —Oh, vamos. Debes de despertar, tienes dieciocho ¡dieciocho! —Le sacudió el hombro al gritar eso, provocando que riera. —Mamá quiere que te levantes, no te salvarás de ir a la escuela sólo porque es tú cumpleaños.

Anne asintió y esperó a que su hermana saliera de su habitación antes de suspirar, refregando sus ojos con sus puños antes de sentarse lentamente, medio quejándose. Parpadeo un par de veces y observo a su alrededor, buscando algo que claramente no habría. Marcy.

Un poco más angustiada, se quitó el rosario del cuello, con los nervios en su estómago. Lo dejó en su mesa de noche y cerró los ojos, contando Hasta diez para luego abrirlos.

No, no era el rosario.

Marcy se había ido, y aunque era tiempo de aceptar que ya no volvería, dolía. Dolía porque ella creía que sus razones eran válidas, ella sentía que lo que hizo fue por el bien de ambas. Tal vez alguien mas podría haberlo hecho, pero dolía vivir con el miedo de no ser amada, y Marcy prácticamente la había rechazado cuando hablaban del tema. "Soy el diablo." ¿Qué podría haber hecho luego de aquello? ¿Rodear su cuello, decirle que no importaba y nuevamente hacer el amor? Anne sabía y estaba consciente de haber dicho innumerables veces que Marcy podía hacer lo que quisiese con ella, pero ya había pasado más de un año con ella, ya no había contrato por su alma, era más serio que al principio.

Aunque, aparentemente, nunca fue serio. Trago con fuerza el nudo en su garganta y decidió negar con la cabeza, dejando que todos aquellos pensamientos se evaporaran mientras se levantaba y caminaba en pijama hacia el baño.

Si, todavía un baño, una ducha caliente.

No había de que preocuparse, estaría bien.

...

Estaba arruinada.

¿Por qué todo le recordaba a ella?

Bañarse le recordaba a ella, principalmente aquella vez en donde entró en pánico cuando iba a irse, y la diabla la llevo a la bañera y la abrazo contra su hombro.

Cuando se vistió frente al espejo, pudo visualizarse a sí misma un año atrás, con su uniforme del instituto, el pelo igual de alborotado, con su esposa detrás, diciéndole cuan bonita se veía, y la pureza que llevaba consigo.

Dancing with the Devil - MarcanneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora