¿Será que la muerte extrajo sus pocas ganas de seguir viviendo? ¿Será que solía tener ganas de vivir antes de que el dolor en su pecho surgiera, y ahora solo sentía que jamás había querido respirar?
Luego de haber salido de la iglesia, su familia fingió no notarla extraña. Su madre preguntó un par de veces si se encontraba bien debido a que su hija parecía tener serios problemas para caminar, pero ya que la reunión con su familia lavó su cerebro -aunque lo que creían era cierto: Anne tenía al diablo consigo- no quiso acercarse demasiado. Iba a seguir todo como lo planeaban, sin arruinar nada.
Fue demasiado literal el hecho de que la castaña llegara a su casa, bajara los escalones y se fuera a dormir. Ni siquiera supo cuando se durmió, nada. El malestar era muy fuerte, el dolor en su pecho demasiado notable. Se preguntó si estaba muriendo. Rogó que sí para no volver a sentir jamás en su vida aquel vacío.
Despertó al siguiente día, y no supo cuánto tiempo se quedó viendo el techo, respirando de manera pesada, demasiado débil. Marcy no había vuelto, y eso la hundía mucho más. Intentó mantener firme en su cabeza que no debía dejarse caer, quería a Marcy. Y no quería morir sola. No se sentía tan mal como el día anterior, al menos podía mantenerse de pie, siempre y cuando estuviese recargada en algo.
El día fue como si nada hubiese pasado, y nadie excepto su hermana le preguntó qué le sucedía. Incluso pudo oír a su madre hacerla callar y continuar fingiendo que todo estaba bien. Le comentaría aquello a Marcy, si es que ésta no la mataba.
Fue al instituto y se vistió con un gran abrigo color gris, con botones negros. El frío calaba sus huesos, incluso encontrándose en otoño. Un día atrás estaba en una falda, y ahora estaba temblando, con sus labios morados y piel seca. Por suerte Sasha no había ido aquel día, y podía evitar todo tipo de preguntas sin respuestas.
Volvió a su casa en el auto de su padre con su madre un par de horas después. No había probado bocado en todo el día debido a que la primer cosa que había bebido -una caja de jugo de naranja, ya que no se sentía con ánimos de desayunar- estaba ahora en un retrete del baño. Lo había vomitado de manera inmediata y lo comprendió: Al parecer su cuerpo rechazaba cualquier cosa que la hiciese sentir bien.
Una vez entró, ni siquiera saludó a sus tías, las cuales tomaban el té en la sala. Pudo notar que su padre estaba a punto de regañarla por ser maleducada, pero se retractó al instante debido a que recordó las palabras del diablo. Debía ser muy precavido.
Finalmente bajó los escalones con cuidado, sosteniéndose de la baranda y abriendo la puerta de su cuarto, prendiendo la luz y girándose para cerrar la puerta con pestillo. No quería ver a nadie. Suspiró y se giró, su corazón dando un vuelco al notar a la diabla a unos centimetros de distancia, en la otra punta de la habitación, para ser exactos.
Estaba diferente.
Sus ojos estaban más abiertos y bordós, sus pupilas muy dilatadas, su mandíbula tensa y sus puños apretados mientras no dejaba de rebajar a Anne con la mirada. Ésta última se congeló al verla de aquella manera porque, vamos, fue muy estúpido no haber pensado en cómo sería la diabla enojada. ¿Creyó que sería la preciosa Marcy? ¿Esa que la había estrechado en sus brazos mientras le hacía el amor? ¿La que aliviaba sus lágrimas con palabras preciosas? No.
El silencio reinó en la habitación por unos largos segundos. Anne no iba a hablar, sería demasiado irrespetuosa.
—... ¿Qué has hecho?
¿Alguien le creería si confirmara que jamás le tuvo el miedo que todos le tienen a Marcy? ¿Si jurara que, a pesar de ser el diablo, nunca vio lo horrible, terrorífico y cruel en ella? ¿Será que estaba tan enamorada? La voz de la diabla había salido tan baja, ronca y tranquila que fue demasiado escalofriante. Le entraron ganas de llorar, pero con cada impulso que quería dar para sollozar, parecía que nada salía de su pecho. Incluso sus ojos, borrosos de lágrimas, no soltaban ni una.
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Dancing with the Devil - Marcanne
FanfictionEs 1967 y Anne está harta de ser aquella chiquilla religiosa la cual todos molestan. Ya cansada de Dios fingiendo no oírle, decide tomar otras riendas a escondidas; ¿Qué tan mal podría irle si recurriera al Diablo? ¿Qué tan rápido le oiría éste? Es...