Capítulo 35} Por ti lo que sea

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Madilyn se despertó temprano. Se dio una ducha, se puso unos vaqueros y una blusa. Se recogió el cabello dejando unos mechones sueltos en la frente, y se maquilló. Cogió su bolsita con cuerda, guardó su celular dentro, el cheque y algo de dinero.

Salió al salón, Alan también acababa de salir de su cuarto y estaba cambiado.

—¿Arreglada a esta hora?

—Saldré a desayunar con Jussie. -tenía el rostro iluminado.

—¿Y qué pasa con Marcos?

—Iré a buscarlo cuando termine de desayunar.

Escucharon la bocina de un auto fuera de la casa.

—¿Es él?

—Algo parecido.

Los dos caminaron hacia la puerta para ver, abrieron ésta y frente a ellos se encontraba un Mercedes con un conductor uniformado.

—¿Qué es esto? —preguntó Alan maravillado.

—¿Es que no lo ves? Solo es un auto, ha venido por mí—dijo emocionada. De pronto la expresión de Alan cambió.

—¿Te subirás en él?

—Por supuesto, ¿por qué no?

—No sé. Sabes que me alegro por ti, es la primera vez que me siento orgulloso de ti...

—¡Alan!

—No te lo negaré y lo sabes, pero tengo un mal presentimiento. ¿No te parece que está yendo todo un poco rápido?

—Alan, no querrás que empiece a dudar también. Dijiste que nunca me enamoraría, pues parece que te equivocaste, lo estoy y no quiero desaprovechar esta oportunidad, ¿quién sabe si es la única que tengo? Tengo que intentarlo al menos ¿no te parece? —su primo le sonrió con ternura.

—Tienes toda la razón, que hables así me hace entender que has crecido. —le tendió los brazos y se abrazaron. —Cuídate mucho.

Madilyn se subió al auto, le despidió a su primo con la mano y le dio los buenos días al conductor. Este condujo durante unos minutos hasta llegar al restaurante Black. Ella se bajó del coche.

Entró en el edificio y se acercó al mismo señor a quien encontraron la primera vez que entró con Jussie.

—Buenos días señorita. Sea bienvenida.

—Muchas gracias— contestó con amabilidad y miró alrededor por si veía al hombre que lo había hecho llegar hasta allí.

—Sígame por favor, la llevaré hacia la mesa que tiene el señor reservado.

Ella lo miró confusa. Pero obedeció. El hombre caminó hacia el ascensor y ella iba detrás de él. Se metieron dentro y el hombre le dio al botón que llevaba a la azotea.

—¿Está seguro? —preguntó preocupada, él sonrió levemente.

—Por supuesto, son las indicaciones del señor.

Ella se acordó del mal presentimiento de Alan, ¿y si resultaba que era una trampa? Respiró hondo para mantener la calma y dejar de pensar en cosas malas, todo estaba saliendo como debería, no había peligro.

Casi se sobresalta cuando se abrió el ascensor. El hombre se bajó de él primero y a ella no le quedó de otra que seguirlo. Subieron unos cuantos escalones hasta que se encontraron en la azotea donde ella se quedó completamente maravillada.

—Si me disculpa—se despedía el señor con una especie de reverencia.

—¿Y Jussie?

—El señor sube enseguida. Que disfrute del desayuno.

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