En terapia Parte 2

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— Cuéntame Jennifer qué tal te acostumbras a tu nueva casa — dijo el doctor

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— Cuéntame Jennifer qué tal te acostumbras a tu nueva casa — dijo el doctor

— la verdad la casa es pequeña pero acogedora, le hacen falta varios arreglos. Pero mis vecinos son muy amigables. En medio de todo me siento más tranquila — respondí

— ¿Sigues pensando en tu ex esposo? — preguntó

— Me ha costado mucho, pero cada vez se me hace más fácil no pensar en él todo el día — dije honesta

— Me alegra mucho saber eso, además de tus vecinas, ¿has podido establecer algún otro tipo de relación con otro hombre? — dijo el doctor

— Creo que es demasiado pronto para eso, primero quiero estabilizar mi trabajo y arreglar mi nuevo hogar. — respondí

— Pero ya ha pasado casi un año de tu divorcio, ¿de verdad no te nace conocer a alguien? — el doctor me miró analizando mi respuesta.

— No doctor, por el momento estoy bien así — respondí, me estaba agradando mi soledad.

— Pero prométeme que al menos tratarás de tener amigos, hombres me refiero, no es bueno que anules esa parte de ti. Encontrar a alguien que comparta momentos que solo una pareja puede compartir es parte de la vida. Que estés divorciada no significa que hayas muerto como mujer. Y no me refiero a comprometerte y dar grandes pasos, con salir a tomar un café ya es un avance. — dijo el doctor

— Si lo sé doctor, es que de verdad no me nace. — le respondí honesta — Me siento bien estando sola.

— Voy a hacerte una pregunta íntima Jennifer, por favor no te avergüences Y cuéntame la verdad. — dijo el doctor

— Está bien pregunté

— En todo este tiempo que has estado sin tu esposo, ¿no has tenido deseos de intimar con alguien, o por lo menos has intentado autos satisfacerte? — preguntó el doctor y me sentí avergonzada

— Como le dije, estar en pareja en este momento no me nace. — respondí incómoda

— Pregunto porque es natural en todos los seres humanos la necesidad de tener una pareja. O simplemente que te guste alguien. El hecho de que ni siquiera sientas el deseo normal de querer hacerlo, al menos en tú mente, me indica que todavía le falta mucho a tu mente por ser sanada. Las frases hirientes de tu esposo han hecho demasiado daño en ti. Su abuso psicológico. — concluyó el doctor

— Si lo sé doctor, entiendo que debo seguir con mi vida. En cuanto me estabilice en el trabajo y repare mi casa, intentaré hacer nuevos amigos del sexo masculino como usted me recomienda. — le dije

— De verdad Jennifer, tras un divorcio no se acaba la vida. Y aunque no lo creas después de todo lo que te hizo tu ex esposo, sigues siendo una mujer bella. Solo date otra oportunidad de vivir. ¿Me lo prometes? — dijo el doctor sonriendo mientras esperaba mi respuesta

— Está bien doctor se lo prometo — le respondí también sonriendo.

Había tenido muchas sesiones con este doctor. Era un profesional que realmente se tomaba en serio su trabajo.

En pocos meses había logrado, dejar de llorar como una tonta por mi ex esposo que tanto me humilló.

Y ya me sentí a gusto compartiendo con mis vecinas, solo faltaba el último paso, de ser capaz de sentirme bien en compañía de otro hombre.

Salí de la consulta, como siempre sintiéndome mejor.

Siempre he tratado de seguir todos sus consejos, porque realmente me habían sido útiles.

Y se me ocurrió ir a comprar un poco de ropa. En realidad, en casa solo tenía viejos harapos.

Desde que terminé con David, o, mejor dicho, me sacó a patadas de su vida había descuidado tanto mi persona que cuando me vi en un espejo sentí vergüenza.

Fui a una de las tiendas de la ciudad, que por cierto era muy visitada, debido a lo extenso de los bosques que se encontraban en el rededor.

Venían muchos turistas que querían salir de la ciudad a relajarse en la naturaleza.

Fui a comprarme unos vestidos muy bonitos y pasé con el auto a llenar el estanque.

Mi día iba de maravillas hasta este momento.

Cuando de pronto a pocos metros más allá, otro auto llega a cargar combustible.

Y para mí sorpresa, se baja David, que se veía muy sonriente. Y del asiento del copiloto, por primera vez vi a la mujer que seguramente era su amante, la causante de nuestro divorcio. Se dirigió a la tienda dónde vendían comida. Y me sentí morir, cuándo pude notar, una evidente barriga de embarazada.

La nueva pareja de David era una joven en verdad bella, y calculé que era por lo menos 20 años menor que él.

No pude terminar de cargar combustible, pues las lágrimas me estaban cegando y mi corazón latía tan fuerte que tapaba mis oídos. Y solo quería escapar. Escaparme de este momento tan doloroso y tan humillante a la vez.

Ya es difícil ser desechada como basura por el amor de tu vida, sino que además tener que soportar verlo tan feliz con otra, teniendo lo que siempre quiso mientras yo luchaba por recoger los pedazos que quedó de mi persona y de mi alma.

Salí a toda prisa de allí y me estacioné como pude en mi casa.

Abrí desesperada la puerta y me dirigí corriendo el baño. Tenía todo el estómago revuelto, el impacto fue tanto que el llanto no fue suficiente, sino que además tuve que vomitar.

Y caí una vez más derrotada en el suelo sintiendo que no valía nada.

Con qué animo seguiría los consejos del doctor, si era evidente que solo siendo joven y fértil podría soñar con que se me valore como mujer.

Yo no era ninguna de las dos cosas, y no había sensación más trágica de saber que me discriminaban por algo que no tenía la más mínima opción de cambiar.

¿Quién amaría a una mujer con un vientre seco como dijo David?

Divorciada y secuestradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora