Nieve roja Parte 27

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Después de que en el cuartel de policía se enteraran de lo que habían encontrado entre Norman y David

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Después de que en el cuartel de policía se enteraran de lo que habían encontrado entre Norman y David. Dieron alerta a las patrullas y a las ambulancias, para que se dirigieran al lugar, donde sabían que ya estaba Norman.

Pero el trayecto era largo, tardarían tres horas. Y Norman tenía planificado atacar en cuanto saliera la luz, y que Jennifer estuviera despierta para poder colaborar sin salir herida.

Quería ingresar a la casa, en un momento en que Jennifer estuviera lejos de Ethan para disparar.

Ese día Ethan amaneció con la idea de que en cuanto naciera el bebé se irían a vivir a su casa en la Toscana. Que, dado que era un lugar muy hermoso, era perfecto para que celebraran su boda.

Estaba realmente complacido de cómo había logrado que Jennifer cumpliera todos y cada uno de sus caprichos. Y obedeciera todas sus órdenes. En su mente anormal, no podía ver que más que con una mujer estaba con un robot. Que lo que tenía no era una verdadera familia, y de todas formas en ese ambiente de sometimiento, él creía ser feliz.

Toma la mano de Jennifer y la llevó con él para que se ducharan juntos, y bajo el agua la acariciaba y la besaba. Hasta que terminó nuevamente deseándola, y volvía a someterla.

Se fue a preparar el desayuno, y como esta vez estaba más confiado, ya no la dejaba encadenada. Jennifer se secó, se puso su bata blanca de seda. Y nuevamente, dejaba en libertad lo único que podía, su mente que se escapaba a través de sus ojos por la ventana.

Y fue en ese instante, en medio del estado alterado de su mente le pareció ver a Norman. Y se queda un largo rato mirando, lo primero que pensó era que estaba alucinando. Entonces Norman al verla, le hacía señas de que debía guardar silencio, que bajara al primer piso y se quedara quieta. Tuvo que hacerle señas varias veces, hasta que Jennifer comprendió que su presencia era real y no producto de su trastornada imaginación.

Bajó las escaleras y ni siquiera se puso zapatos, el latir de su corazón acelerado, con la esperanza de que por fin podría salir de ahí no le permitía pensar en nada más.

Disimuladamente, se sentó en la ventana de la entrada, cómo quién mira una revista. Mientras Norman, se escondía entre los arbustos y le dejaba ver su arma haciéndole señas de que esperara.

Ethan estaba feliz, mientras ponía las cosas en la mesa para que desayunaran. Y ahora que Jennifer tenía la certeza de que alguien la esperaba fuera, para ayudarle a salir por fin de esa pesadilla. No pudo evitar comparar la cara que tenía Ethan que podía ver ahora, y la cara que le mostraba cuando malignamente trabajaba por ganarse su confianza.

La sonrisa encantadora era la misma, si no hubiese sido que padeció en carne propia todo el mal que era capaz de hacer el joven psicópata. Podría caer fácilmente en el error, de considerarlo un joven completamente normal. Por más que lo miraba detenidamente, cuando estaba de buen humor no había forma de saber, las tenebrosas ideas que pasaban por su cabeza.

Y entendió, que finalmente la culpa no era de ella. Cualquier mujer hubiese visto lo mismo, solo un joven de rostro angelical e inofensivo. Entonces buscó con sus ojos, un objeto que fuera lo suficientemente pesado y contundente, para poder golpearlo y por fin salir. Quería al menos herirlo una vez, en respuesta de las incontables veces que él la hirió a ella.

Entonces tomó un adorno, un jarrón grande que se veía pesado, y sin pensarlo, en cuanto él se hubo dado vuelta. Tomó el jarrón y lo hizo añicos sobre su cabeza.

No vio nada más, sus piernas le dirigían sola a la entrada, llegó a la puerta principal y la abrió desesperada, después de quitar cuanta traba había. Pero no se dio cuenta, que el jarrón no era lo suficiente mente pesado para desmayar a Ethan.

Quién furioso y con toda la adrenalina que corría por su sangre, al saber qué Jennifer intentaría escapar, rápidamente, tomó un arma que tenía escondida y la siguió.

Ese día estaba nevando, la blancura cubría todas las flores, y combinaba con el color de su bata de seda. Y mientras ella corría descalza por la nieve, escuchó el grito de Ethan.

— ¡Quieta ahí!, vuelve a mi Jen, si vuelves te perdono... — dijo mientras la apuntaba con el arma

Jennifer quedó petrificada justo a mitad de distancia entre Ethan y Norman.

— Cálmate Ethan, la policía viene en camino, no empeores tu situación. — dijo Norman mientras lo apuntaba, moviéndose para que el cuerpo de Jennifer saliera de la trayectoria de su posible disparo.

— ¡Jennifer te estoy hablando demonios!, ¡vuelve aquí ahora!, ¡no te lo repetiré otra vez! — dijo enfurecido Ethan

—Puedo entender que has hecho todo esto porque la amas, baja el arma, puedes lastimarla... — dijo Norman tratando de tranquilizarlo con voz pausada.

— ¿Para qué?, ¿para que corra directo a tus brazos infeliz? — dijo Ethan con ojos de furia

— Ella tiene derecho a su libertad Ethan, no puedes encerrarla para siempre — dijo Norman tratando de hacerlo razonar y ganar tiempo.

Ethan en su malévola mente quería herir a Norman su contrincante. Y le dijo con el más profundo odio.

— Si supieras todo lo que hemos hecho allá en esa habitación Norman, no solo espera un hijo mío, pude disfrutar de todos sus orificios ¿sabes? El más placentero fue, cuándo se lo hice por detrás sobre la mesa, tan solo hubieses visto como la hice gemir y como dejé su cuerpo temblando. — y reía malignamente

Al evocar ese recuerdo Jennifer se lanzó a correr con desesperación. Y las lágrimas nublaban su vista.

— ¡Te dije que no huyeras de mí Jennifer!, ¡no te iras con él prefiero verte muerta! — y alcanzó a percutar un disparo que atravesó el cuerpo de Jennifer antes de que Norman, le respondiera con tres balazos.

Jennifer cayó inconsciente de cara contra el suelo, y la sangre se esparcía escandalosamente tiñendo la nieve blanca. Norman corrió a verificar su herida, presionando lo más que podía, para que no se desangrara.

Y llamó desesperado para que se apresuraran con la ambulancia, que según sus cálculos debía estar próxima. 

Divorciada y secuestradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora