En cuanto llegué a la casa apagué el teléfono porque estaba segura que Betty me haría preguntas de la cita, y lo que menos quería hablar es del total fracaso que fue.
Esa noche me costó dormirme, me hice muchas ilusiones con Norman. Pero no hubo la más mínima pista de que le gustara. Era un comportamiento tan raro.
En la tienda no tuvo problema de acercarse, hacerse pasar por un vendedor y hasta tocar sin permiso mi pierna, ósea que no era un problema de timidez lo que tenía conmigo. Concluí que era el tipo de hombre de solo un acostón y adiós.
Yo tenía planeado disfrutar mi soltería, pero no a ese extremo, de que me trataran como objeto desechable. Así que sepulté mis ilusiones con Norman.
A la mañana siguiente me duché y me preparé para ir al trabajo.
Dolorosamente tuve que encender el celular y enfrentar las preguntas de Betty.
Tenía un montón de llamadas perdidas, incluso de Norman. Se había tragado el cuento de la enfermedad.
Entonces llamé a Betty, al menos le debía eso con todo lo que me ayudó.
— ¿Hola Betty cómo estás?
— Jen me dijo Norman que anoche te sentiste mal, ¿estás bien ahora? — preguntó Betty
— Sí amiga no te preocupes, seguramente fue algo que comí — le respondí
— ¿Y qué tal la cita? — preguntó ansiosa
— Bueno Betty la verdad no hay química, pero te agradezco mucho que me hayas ayudado — le dije
— ¿Pero Jen, estás segura? — preguntó desconcertada
— No hay problema Betty existen más peces en el mar — le respondí
— La verdad no sé qué pensar Jen, de verdad que lo vi entusiasmado... — dijo Betty, yo no quise decirle que en realidad ni siquiera se dignaba a mirarme mientras enviaba mensajes a quizás qué persona.
— Bueno Betty te dejo porque tengo que ir a trabajar —le dije y corté
Por lo menos en el trabajo me esperaban mis niños, ellos eran los únicos que me aceptaban siempre. Y me prestaban su atención, especialmente cuando los amenazaba que no los dejaría jugar si no ponían atención a mi explicación.
Me fui al trabajo y salí en mi vehículo, mientras conducía parecía como si una patrulla me siguiera. Pero estaba segura de no haber cometido ninguna infracción. Poco antes de llegar al colegio desvió su curso entonces me sentí más tranquila.
Por lo menos en el trabajo se curaron mis penas de mi fallida cita. Mis pequeños y sus morisquetas me hacían reír. Los dejé durmiendo su siesta con una asistente y me escabullí a la sala cuna donde estaban los más pequeños.
Había uno despierto, y me miraba sonriente con su boquita con un solo diente y lo tomé en mis brazos. Pensé son tan hermosos a esta edad, sus pequeñas manitos, con sus deditos que parece que no puedes ni apretarlos. Y sus aromas, todos tienen uno distinto. Aunque no fueran mis bebés me sentía tan bien en cargarlos, aunque fuera un momento. Y parecía que les caía bien a todos, porque nunca me faltaron sus risas escasas de dientes que me hacían reír.
Luego cuando ya le dio sueño y se durmió en mis brazos lo dejé descansar en su cunita. Y me fui a mi sala a ver como seguía la siesta de mis muñecos.
Todavía estaban durmiendo habían jugado como desaforados así es que estaban exhaustos. Le hice una seña a la asistente que me iría a tomar mi hora de almuerzo y pase a sacar mi lonchera.
Como el día estaba bonito me fui al patio exterior a sentarme en una mesa que estaba vacía. A esa hora todos los grupos estaban en el interior de sus salas así es que podía comer tranquila.
Estaba sacando todas mis cosas y me disponía a comer cuando siento que alguien se sienta frente a mí, y para mi sorpresa era Norman.
—Hola Jen —me dijo sonriente y yo no entendía que estaba haciendo en mi trabajo
—¿Cómo te dejaron pasar? Nadie que no es del colegio puede entrar por seguridad de los niños —dije extrañada
—Solo mostré mi placa y dije que venía a verte — me dijo como si yo le preocupara de verdad
—Entiendo — y no pude evitar mirarlo con desconfianza
—¿Ya te sientes mejor? — me pregunta
—Si ya estoy mejor — respondí
—¿Entonces puedo pasar por ti a la salida? —me preguntó y yo me preguntaba en silencio para que quería hacer eso
Lo quede mirando sin poder entender a que se debía que estuviera aquí. Si cuando salimos ni me tomó en cuenta al punto de hacerme sentir pésimo.
—Gracias, pero tengo auto, no te preocupes ya estoy bien, no fue nada grave — le dije
—¿Y más tarde, puedo ir a verte a tu casa? — insistía
—Disculpa Norman, pero estoy en plena reparación y voy a estar algo ocupada — le dije
—Si quieres te puedo ayudar— se ofreció
—No es necesario, ya tengo contratada gente, no te molestes — respondí
—¿Seguro que no necesitas unas manos extras?, te prometo que no te voy a cobrar — me dijo riendo encantadoramente y definitivamente ahora era otra persona comparada con la disque cita.
—En verdad el espacio es poco y estaremos mejor con el grupo que estamos, pero gracias por tu oferta — le dije
—El próximo fin de semana es el cumpleaños de Betty, seguro irás — me recordó
—Si claro — le dije, pero no pensaba ir si es que él iba a estar, después compensaría a Betty
Traté de concentrarme en mi comida a ver si se iba, pero se quedó unos minutos más observándome. De pronto todo el interés que tenía por tener algo con él se tornó en pura desconfianza. Es que su comportamiento era demasiado extraño. Como si tuviera dos personalidades.
Sentía como si observara cada detalle de mí y me ponía nerviosa no saber que pensaba, ya comenzaba a intimidarme. Al parecer no tenía intención de pararse de la mesa e irse, así que ya no pude más de la incomodidad y le dije que se me había hecho tarde.
Guardé mis cosas sin poder terminar de comer y me fui despidiéndome de lejos.
Tuve que ir a la pequeña cocina del colegio para terminar de comer.
Luego me fui hasta una ventana y traté de mirar hacia afuera a la calle y todavía estaba ahí adentro de su patrulla. No sé qué esperaba para irse.
Sali en la tarde directo a casa y nuevamente me seguía una patrulla a lo lejos. Me preocupaba que fuera Norman, si ese era el caso se estaba comportando como un asechador.
Y en mi preocupación por ver si era él quien me seguía, casi choqué con el auto al saltarme sin querer un semáforo en rojo. Mi auto quedó a centímetros de ser estrellado por una camioneta que venía a toda velocidad. Y yo estallé en llanto del miedo mientras el otro conductor me insultaba por mi imprudencia.
Llegué temblando a mi casa.
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Divorciada y secuestrada
TerrorJennifer no pudo caer más bajo. Tras ocho años de matrimonio sin poderle dar un hijo a su marido él decide pedirle el divorcio tras enamorarse de una joven veinte años menor. Ella en un intento desesperado por restaurar su matrimonio, le ruega, le l...