CINCO

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Salí de la universidad con Hyungsik e íbamos a ir, como todos los jueves, a comer helado en una heladería en el centro de Seúl. Pasamos frente a una tienda y me pareció ver un rostro conocido. No podía ser que estuviera ahí, en esa tienda, cuando no había hecho más que buscarlo por todas partes sin encontrar ni el más leve rastro. Efectivamente era él. Instintivamente, tomé a Hyungsik del brazo con fuerza.

—Ese desgraciado —murmuré.

—¿Qué sucede? —preguntó Hyungsik, frunciendo el ceño.

—Es el hombre del que te hablé, el que estoy buscando.

—¿Aún lo sigues buscando?

—Por supuesto. No hemos arreglado cuentas aún.

Entré a una tienda con la intención de evitar que me viera cuando saliera, solo debía verme cuando llegara el momento indicado, el momento de tomar mi venganza. Fingí que buscaba algo entre la ropa que estaba colgada junto a la ventana, mientras miraba disimuladamente hacia afuera. John Smith salió de la tienda de al lado, con una ingente cantidad de bolsas en la mano. Llevaba gafas de sol y no había cambiado nada. Al verlo me llené de ira y los malos recuerdos comenzaron a llegar a mi mente. Hyungsik lo notó y se acercó para tomarme de la mano.

—Nat —dijo, en un susurro.

John subió a un auto negro con vidrios oscuros que lo esperaba en la calle y desapareció. Salí de la tienda, aún tomada de la mano de Hyungsik.

—Cómo quisiera que me diera amnesia —dije.

Hyungsik sujetó mi mano con más fuerza.

—No puedes borrar el pasado, solo dejarlo ir.

Me detuve y lo miré.

—No puedo, Hyungie, no puedo. Sabes que fue horrible.

—Lo sé, pero ahora estás a salvo.

—Más o menos a salvo.

—Ahora me tienes a mí, y yo haría lo que sea por protegerte.

A pesar de que me sentía mal, compuse una pequeña sonrisa.

—Yo no sé qué haría sin ti, Hyungie.

A pesar de todas las cosas malas que me habían pasado en la vida, tenía a Hyungsik. Desde que nos habíamos conocido, había sido como un ángel. Siempre cerca de mí, ayudándome y acompañándome. Por eso había llegado a quererlo tanto. Él sabía quién era yo, conocía mi pasado y no me juzgaba por eso, al contrario, trataba de ayudarme a sanar todas esas heridas.

—No pienses en eso —me dijo—. Mejor vamos por un helado.

Asentí y seguimos caminando hasta llegar a la heladería. Pedimos dos helados de chocolate y nos sentamos en una mesa.

—Nat.

Dejé de mirar hacia afuera y lo miré a él. Se acomodó el cabello con una mano y estiró su mano sobre la mesa para ponerla sobre la mía.

—Dime —le dije.

—¿Hay algo que pueda hacer para que te sientas mejor? No me gusta verte así.

Le sonreí, me parecía tan dulce, tan tierno, siempre preocupándose por mí.

—No te preocupes, ya pasará, como siempre.

Suspiró y me miró a los ojos.

—Escucha, Nat... yo no creo que vengándote puedas superar esto.

—¿Entonces de qué manera?

Winter sunrise in Seoul - PHSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora