ONCE

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Muchas veces en mi vida había tenido miedo, pero creo que no tanto como en esos momentos. Era estúpido asustarse por lo que podía pasar después con Hyungsik. ¿Cómo era posible que después de haberle contado mi historia, igual se hubiera enamorado de mí? Parecía imposible porque nadie nunca me había amado en toda mi vida, y de repente, la persona más maravillosa del mundo se fijaba en mí. No sabía si una relación romántica entre nosotros podría funcionar, hasta el momento, mi única relación había sido con Seokjin y no había funcionado realmente. ¿Cómo era posible que hubiera sido tan estúpida como para no darme cuenta de que estaba enamorada de Hyungsik? Seguramente lo había estado desde que lo conocí, porque conocerlo a él había sido algo demasiado importante, había sido como encontrar un tesoro. Precisamente él, me sacó de mis pensamientos cuando entró en mi habitación con un enorme ramo de flores. 

—Hola, Nat —saludó, desde la puerta. 

Sonreí, feliz de verlo y bajé del alféizar de la ventana donde estaba sentada para ir a saludarlo. Nadie en el mundo me conocía mejor que él, por eso sabía que los girasoles eran mi flor favorita. Me entregó el ramo y yo lo abracé después de recibirlo. 

—Gracias, Hyungie. 

Sonrió y yo sonreí también. Tenía una sonrisa tan bonita, en realidad, todo en él era bonito. Yo también lo conocía mejor que nadie, llevaba cuatro años conociéndolo, compartiendo con él a diario, y no podía decir que tuviera un solo defecto. Además de guapo era amable, comprensivo, honesto, inteligente y una gran cantidad de cualidades más. Fui a dejar las flores en agua y regresé a su lado. 

—Tengo que ir a que me quiten el yeso de la mano —me dijo mientras se agachaba un poco para mirarme a los ojos. 

—Voy contigo. 

Fui a buscar mi celular, que estaba en alguna parte del gran desorden que casi siempre había en mi habitación, saqué mi billetera de la maleta y empaqué las dos cosas con las llaves de la habitación en un bolso. Salimos de la residencia y casi una hora después llegamos al hospital. 

—¿Puedo tomar tu mano? —preguntó cuando íbamos entrando en el edificio. 

Había que admitir que nos sentíamos un poco incómodos porque las cosas habían cambiado entre nosotros. Por cuatro años habíamos sido los mejores amigos, pero en ese momento ya no éramos eso. Lo tomé de la mano. 

—Claro que sí, cuando quieras —respondí. 

Después del beso no habíamos hablado mucho, habíamos estado juntos, pero en silencio, creo que cada uno tenía mucho en qué pensar con respecto a lo que estaba pasando. Quería preguntarle cómo se sentía, en verdad necesitaba saberlo y hacerle saber todo lo que me preocupaba, como siempre hacía. Después de hacerle un par de radiografías en las que, contrario a lo que yo pensaba, se veía que la fractura había sanado bien, le retiraron el yeso. 

—No puedo creer que hayas sanado bien tan rápido, si ni siquiera tenías cuidado —le dije cuando íbamos saliendo del hospital. 

Se encogió de hombros y tomó mi mano. 

—Te dije que no era nada grave. —me puse un mechón de cabello tras la oreja y lo miré con atención mientras caminábamos— ahora que me viste realmente, ya no puedes dejar de mirarme, ¿verdad? 

Le di un golpe en el hombro con el puño. 

—Ahora se te va a subir el ego. 

—¿Cómo no? si pude lograr que la persona de la que he estado enamorado por años se fije en mí es porque soy maravilloso. 

Me reí. 

—Tienes razón, es que lo eres. 

Sonrió y se detuvo para mirarme también. El viento que corría movía su cabello, se peinó con la mano y miró hacia el cielo. 

—Me gustan tus pestañas —le dije. 

Él volvió a mirarme. 

—¿Qué más te gusta de mí? 

Fingí que lo pensaba, pero ya sabía muy bien que era una lista larga y conocía cada punto. 

—Tus ojos, tu sonrisa, tu voz, tu cabello, tus labios... también me gusta tu forma de ser, todos los aspectos de tu personalidad, en fin, si sigo no termino. 

Sonrió y se acercó para después acariciarme la mejilla. Cerca de la residencia donde vivíamos había un parque al que solíamos ir cuando teníamos espacio y a veces llevábamos cosas de comer para hacer un picnic. Nos sentamos sobre el pasto, a la sombra de un árbol. 

—¿Estás realmente segura de querer tener una relación conmigo? —preguntó, mientras abría una caja de chocolates. 

Me acerqué más y tomé su mano. 

—Claro que estoy segura. Te seré sincera: Esta situación me asusta. Estoy demasiado acostumbrada a que me pasen cosas malas y que me pase algo bueno y tan bueno como esto se me hace muy extraño. Además todavía no comprendo cómo es que te enamoraste de mí. 

Se acercó mucho más y me miró a los ojos. 

—Siempre he podido ver quién eres tú, por eso me enamoré de ti, Nat —susurró—. Nunca lo has creído y siempre has tenido la impresión de que no vales la pena y entiendo que es por todo lo que has vivido, pero tú eres la mejor persona que he conocido, las más perfecta a mis ojos, por eso te quiero de la manera en que lo hago. 

Mis ojos se humedecieron. Nadie nunca me había dicho las cosas que él me decía, desde que nos habíamos conocido no había hecho más que hablar de lo bueno que veía en mí, todo eso que yo misma no podía ver. 

—No sé qué será eso tan bueno que yo hice para merecerte a ti. 

Sonrió. 

—Después de todo lo que has vivido, mereces a alguien que te ame y cuide de ti y yo haré eso, lo prometo. 

No esperé más para poder besarlo, sus labios suaves se movían sobre los míos y yo sentía que era la persona más feliz del mundo. Se acercó más y profundizó el beso, de manera que su lengua entró en mi boca y acarició la mía. ¿Cómo era posible que me hubiera estado perdiendo de lo bien que sabían sus besos solo por mi horrible costumbre de mentirme a mí misma?

◇◇◇

Al día siguiente, me encontré con Ji Soo en un pasillo de la universidad. Tan pronto la vio, Hyungsik murmuró una disculpa y desapareció caminando a paso rápido. Ella lo miró con tristeza mientras se alejaba. 

—¿Hablaste con él, Nat? —preguntó. 

Sí hablé con él, pero no precisamente de ti. 

—No tuve ocasión, —respondí— es complicado hablarle de ese tema, siempre se molesta. 

Me tomó con fuerza del brazo. 

—Por favor, Nat, te comprometiste a ayudarme. Haz lo que puedas, yo estoy dispuesta a todo por que me dé una oportunidad. 

Demonios, ¿por qué había sido tan estúpida como para decirle que la ayudaría? ¿Ahora cómo iba a explicarle que no podía hacerlo porque tenía una relación con él?

Winter sunrise in Seoul - PHSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora