EPILOGO

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—¿Lista? —preguntó Hyungsik mientras tomaba mi mano entre las suyas.

Asentí.

—Eso creo —respondí.

Me despedí de él con un beso y entré. Ya habían pasado dos meses desde la muerte de John Smith y ese día iría a ver a mi padre a la cárcel. No habían tardado mucho en darse cuenta de que él lo había matado aunque en principio la sospechosa era yo. Tuve que pasar por varios días de interrogatorios. Mi padre iba a regresar a Inglaterra pero lo detuvieron en el aeropuerto. Entonces lo trajeron aquí.

Después de exahustivas requisas pude entrar a donde estaba mi padre. Me senté frente a él y lo miré sin saber qué decirle. Había dicho que quería hablar conmigo.

—¿Cómo estás? —preguntó.

—Bien. ¿Y tú? —le respondí.

—Bien.

—¿Cómo va todo en tu vida?

—Muy bien. Ya casi termino la universidad.

—El chico con el que estabas la noche que maté a John y después en el juicio ¿es tu novio?

Asentí.

—Sí. Ahora está esperándome afuera —respondí mirando un momento hacia la puerta. Luego volví a mirarlo— ¿De que querías hablar conmigo?

Se quedó mirándome un momento.

—Yo debo haber sido el peor padre del mundo y me arrepiento de eso —dijo.

—Supongo que... ya no importa —le respondí sin mirarlo.

—Tengo que pedirte perdón.

Volví a mirarlo.

—No es necesario. Mi pasado quedó enterrado el día que enterraron a John y no quiero oír hablar de eso. Mi vida empezó el día que llegué a Seúl. Lo que haya pasado antes es irrelevante.

—Eso quiere decir entonces que has sido feliz aquí.

Pensé en todo lo que había pasado desde que había llegado. Definitivamente sí. Había sido feliz desde que había conocido a Hyungsik. Él era lo único bueno que me había pasado en la vida. Asentí.

—Sí —le respondí.

Sonrió.

—Me alegra.

Iba a decirle que si eso era todo me iría ya. Pero en cuanto lo miré cerró los ojos y se desmayó. Lo llevaron al hospital pero no pudieron hacer nada para salvarlo. Su tiempo se había cumplido. Los tres meses que los médicos le habían dado de vida.

No lloré su muerte. Desde hacía mucho tiempo que no lloraba. Quizás se me habían acabado las lágrimas y nunca podría volver a hacerlo. Durante el funeral y después Hyungsik estuvo a mi lado, sin alejarse un minuto. Él no era alguien que hablara mucho pero solo que estuviera ahí me hacía sentirme bien. Cuanto necesitaba de él y de su presencia. Había sido el único regalo que me había dado la vida. Pero no importaba. No importaba la cantidad de sufrimientos por los que hubiera tenido que pasar si al final iba a encontrarlo. Viajaria al infierno sin dudarlo solo si después fuera a poder estar con él.

Era temprano todavía pero yo ya estaba despierta. Hyungsik seguía durmiendo a mi lado. Le acaricié el cabello mientras pensaba en lo perfecto que era. Cuando tenía los ojos cerrados sus largas pestañas casi rozaban sus mejillas.

—Me muero de amor por ti —le dije en un susurro— en realidad creo que sería mejor decir que vivo de amor por ti.

Le acaricié la mejilla con los dedos sintiendo lo suave que era su piel. Solo poder tocarlo era maravilloso y era la única prueba de que era real. De que existía alguien así de hermoso y perfecto.

Abrió los ojos despacio y sonrió. Nunca había visto que alguien se viera tan guapo cuando recién despertaba. Pero con él todo era posible.

—Hola, Nat —saludó mientras se estiraba. Después me dio un beso en la mejilla.

—Hola, Hyungie —sonreí.

—¿Vamos a bañarnos?

—Pero no juntos.

Fruncio el ceño.

—¿Por qué no?

—Porque después no nos saca de ahí nadie y tú lo sabes.

Se cruzó de brazos y puso los ojos en blanco.

—Un poco de sexo en la ducha no le hace mal a nadie —dijo y sonrió.

Me encogí de hombros.

—En eso tienes razón.

—¿Ves?

—Bueno pero que sea rápido.

—No te prometo nada —puso esa sonrisa sensual que me descontrolaba las hormonas.

Sonreí y me levanté de la cama.

Mucho tiempo después salimos de la ducha y nos vestimos para salir. Ese era el día de la primera nevada. Siempre me había gustado el invierno y desde que nos habíamos conocido Hyungsik y yo siempre íbamos a verla. Pero ese año sería diferente porque ya no íbamos como amigos sino como mucho más.

Mientras observaba como los copos de nieve caian del cielo pensaba en que por fin era feliz. Miré a mi lado. Hyungsik sonreía mientras miraba hacia el cielo. Lo abracé y recosté la cabeza en su pecho.

—Te amo Hyungie —dije.

—Yo también te amo Nat —me respondió devolviéndome el abrazo con fuerza. 

Winter sunrise in Seoul - PHSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora