DIECINUEVE

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Nunca había sabido lo que era tener una familia hasta que había conocido a Hyungsik y me había llevado a su casa en las primeras vacaciones despues de que nos conocimos. Estar con ellos era como estar en casa. Estar en un lugar donde me sentía bienvenida. Siempre habían sido tan buenos conmigo, tan amables. A pesar de eso trataba de no tener muchas muestras de cariño con Hyungsik estando ellos presentes porque me sentía demasiado incomoda. Pasaban los días y yo no lograba estar del todo tranquila. Pensaba en John Smith y en que en cualquier momento podía aparecer y joderlo todo, arruinar por completo la vida que estaba intentando construír. Por las noches tenía pesadillas. Los recuerdos del pasado regresaban a mi mente y despertaba llorando y muriéndome de la angustia. Si pudiera dormir con Hyungsik sería diferente pero no quería pasar por la verguenza de que mis suegros me encontraran en su habitación cuando me arreglaban una para mí sola. Tendría que aguantar las siguientes semanas así. Cuando regresáramos a Seúl sería diferente.

Abrí los ojos y de inmediato sentí un olor delicioso. ¿Pan? ¿Galletas? ¿Cupcakes?
Ya iria a comprobarlo.  Me levanté de la cama y fui a cepillarme los dientes. Hyungsik estaba en la cocina con su madre. Estaba recostado en el meson con los brazos cruzados sobre el pecho y mirando atentamente a su madre. Aproveché que no me estaba prestando atención y me quedé mirandolo desde el marco de la puerta. Tenía el cabello mojado todavía y siempre había pensado en que se veía demasiado atractivo así. De repente se dio cuenta de mi presencia y me miró. Sonrió y se acercó para saludarme.

—Hola, Nat —dijo y me dio un beso.

Sonreí.

—Hola.

—Buenos días, querida —me saludó mi suegra.

—Buenos días —le respondí.

Me sonrió y sacó una bandeja llena de cupcakes del horno.

—Me dijeron que te gustaban —dijo.

Miré a Hyungsik y volví a sonreír. Él sabía todo lo que me gustaba.

—Gracias —dije.

Me dio otro beso un poco mas largo que el anterior.

—Sé que te gustan mucho —dijo.

—Sí pero me gustas más tú.

Me tomó de la mano y fuimos a sentarnos en la mesa del comedor. Los cupcakes estaban deliciosos y tenían chips de  chocolate. Comerlos me trajo un recuerdo de la infancia.

—Cuando era niña, mi abuela me hacía de estos —dije mirando el cupcake fijamente.

—¿Hace mucho que murió? —el padre de Hyungsik se acomodó bien las gafas sobre la nariz y me miró.

—Doce años —respondí.

—Lo siento mucho.

—Fue hace mucho tiempo.

Siempre he pensado que quizás si ella hubiera estado viva no hubiera pasado todo lo que pasó despues. Mi padre nunca hubiera tenido el vicio del juego y John Smith jamás hubiera existido en mi vida. Pero por desgracia ella había muerto y yo me había quedado sola en el mundo. Traté de evitar pensar en eso porque me pondría mal y no quería. Ya no podía cambiar el pasado así que no tenía sentido pensar en eso. Era mejor concentrarme en el presente. Tomé la mano de Hyungsik y suspiré. Definitivamente el presente era cien mil millones de veces mejor.

Ese día, los padres de Hyungsik salieron. En los días que llevábamos con ellos, no nos habían dejado solos más que un par de veces. Seguramente se imaginaban lo que podría pasar si se iban. No habían terminado de cerrar bien la puerta cuando yo ya estaba poniendo las manos en los hombros de Hyungsik para besarlo. Ya me estaba cansando de portarme bien. Se alejó un poco de mí y sonrió.

Winter sunrise in Seoul - PHSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora