Los días han pasado tan rápido, Lian y Francia se han vuelto un tantos estrictos con respecto a mi reposo, me he dedicado a existir básicamente; no me permiten hacer muchas cosas. No se porque, pero me hace sentir algo incomoda que hagan todo por mi.
Sé que quieren ayudarme, lo tengo siempre presente, sin embargo ellos también tienen que hacer sus cosas, no estoy en una cama todo el tiempo con una enfermedad terminal, puedo hacer mis cosas.
Pero puedes llegar a estar en una si no te cuidas morirás.
Lo peor de todo esto es que es cierto, un solo golpe y me sacarán de urgencia, puedo morir y es aquí en donde no quiero morir. Irónico porque hace tiempo hubiera preferido haber muerto que seguir con mis padres. Suspiro y con cuidado me levanto de la cama, salgo de la habitación para bajar las escaleras poco a poco. El doctor dijo que tuviera cuidado en bajar porque podría marearme y caer... Esto es una mierda.
—¿A donde vas? — preguntó Francia con el ceño fruncido — ¿Que haces de pie? Deberías quedarte en la cama.
—Francia voy a buscar un libro — suspiro derrotada porque sé que dirá.
—Puedes pedírmelo, solo han pasado dos días desde que fuimos al doctor, Dulcenia no me cansaré de repetirte que...
— Cualquier cosa que necesites nos los pides — completo por ella — Lo se cariño, pero es que... —me callo de golpe al darme cuenta de lo que le dije, mis mejillas se sonrojan rápidamente.
Francia me ve con una expresión divertida y fascinada —¿Puedes repetir lo que ibas a decir?
Su expresión burlona me hace cohibirme — lo sé cariño — lo hablé tan bajito que dudo que lo escuchará.
Pero su grito de felicidad hace levantar la mirada, Francia me carga mientras reparte muchos besos en mi rostro.
— ¡Dime mi amor, mi vida, cariño! ¡Estoy feliz! — después de bajarme, me dio un enorme beso en los labios, no pude si quiera responder por la impresión.
— Te dejaré en el sofá, quédate allí mi vida.
Me cargó hasta el sofá y me dejó sentada, mientras yo aún me componía del beso de Francia. Sin duda alguna sabía cómo dejarme sin palabras. Me quedé sentada en el sofá hasta que volvió con el libro y una manta muy grande.
—¿Para que es la manta?
—Para que no te de frío y te mueras. — responde como si fuera obvio.
— Francia... No me voy a morir — me levanté y me acerque a ella — aprecio mucho el esfuerzo que hacen pero no quiero hacerlos incomodar más de la cuenta.
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Balas y Rosas ©
AcciónLas personas mágicas existen. Aparecen de la nada. Son aquellas que saben ganarse la confianza rápido y de forma inesperada. De pronto un día llegan a tu vida, empiezan a hablar de todo, de alegrías, daños, experiencias, penas y heridas. Cuando te d...