Capítulo 22

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Advertencia: uso de lenguaje sexual y descripciones gráficas sobre el mismo tema.

Aleksander Blair

Giselle acaba de hacerme caer sobre su cuerpo, hay alguien afuera buscándola por el estacionamiento así que está tan nerviosa que apenas respira y creo que la estoy aplastando. Me muevo levemente para apoyar mi cuerpo sobre mis antebrazos, pero al hacerlo noto que sus piernas se mantuvieron abiertas cuando caí y mis caderas están pegadas a las suyas, mi verga roza su entrepierna y una corriente de placer me atraviesa.

—No hagas ruido, por favor —pide nerviosa mirando por la ventanilla.

Su pecho sube y baja en respiraciones violentas que ella intenta frenar, sus piernas se cierran alrededor de mi torso, su cabello rojo se riega por el asiento de cuero.

—Dime que puedo follarte —suplico y si mi orgullo me lo permitiera hasta pediría por favor.

—Sí puedes pero... hay gente fuera y estoy nerviosa.

Luego del "Sí puedes" dejé de escuchar. Hago a un lado la tela de sus bragas, sostengo mi miembro en una mano y acaricio la suavidad de su vagina con la punta, la oigo gemir y mover sus caderas en busca de más, carajo estoy duro de nuevo.

Guiándome en su entrada intento penetrarla, pero no lo hago porque ella se queja con un gemido gutural.

—Oh, dios... —dice hundiendo sus uñas en mis brazos.

—¡¿Elle estás aquí?! —preguntan de nuevo desde afuera.

Su cuerpo está tembloroso cuando trato de penetrarla de nuevo fracasando en el intento. No lo entiendo, ella acaba de correrse, está mojada, debería estar dilatada. Intento penetrarla otra vez empujando con más fuerza.

—Aaahh —grita y se cubre la boca mientras cierra los ojos.

No está funcionando, no estoy dentro de ella, pude meter dos dedos en su interior, quizás mi verga es muy gruesa o ella está demasiado apretada. Nunca he sido la primera vez de una chica y no sé si esto es normal, quizás estoy haciendo algo mal.

Si empujara con fuerza bruta, la lastimaría sin dudas, pero lo lograría.

—Abre más las piernas —pido acariciando uno de sus muslos.

Su torso está desnudo, pero aún tiene la falda puesta, mientras permanece recostada abre las piernas como le pedí, acerco mis dedos de nuevo y apenas los puedo meter, los deslizo fuera y dentro y luego intento reemplazarlos por la punta redondeada de mi miembro, pero ella se queja.

—Me duele —la oigo decir con los ojos llorosos.

—¿Elle, estás aquí? —insiste la voz desde el estacionamiento.

Ahora noto que es Halsey, además el estacionamiento se está llenando, supongo que mucha gente viene por sus autos ahora que cerraron el parque, por suerte los vidrios están polarizados y cubiertos de nieve.

—Estás tensa, tienes que relajarte.

—No sé si pueda relajarme, en serio lo siento.

—Podemos hacer otras cosas —digo deslizando mi pene entre los labios de su coño, tan suave y caliente —.Voy a cojerte por fuera, ¿quieres eso?

—No sé a que te refieres.

—Justo a esto —digo resbalándome entre sus pliegues.

Su espalda se arquea cuando presiono sobre su clítoris.

—Hay mucha gente fuera —recién se percata.

—Ellos no nos ven.

Me inclino sobre su cuerpo buscando sus tetas para besarlas, morderlas y chuparlas. Giselle sujeta mi rostro llevándolo cerca de su cara para besarme, es un beso húmedo que apenas nos podemos dar porque ella no deja de gemir, de hecho intenta sostenerse de cualquier cosa desesperada frente a su clímax.

Dulzura Disfrazada [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora