Capítulo 29

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Aleksander Blair

Su cabello es suave y tiene un aroma frutal, ella está durmiendo sobre mi hombro y luce frágil, como una flor que pierde pétalos con la brisa. Paso mis dedos por sus pestañas y por las pecas que salpican sus mejillas y la punta de su nariz. Es hermosa y sé que también es fuerte a pesar de demostrar lo contrario.

Le conté mis mierdas porque es cierto que es injusto que yo supiera cosas de ella y ella ninguna de mí. Ahora que la balanza está equilibrada debería sentirme en paz pero no lo hago, joder. No quería formar lazos porque es evidente que ella es sentimental y confía rápido en la gente, no quiero que tenga ciertas esperanzas y/o expectativas conmigo.

Un sonido de queja sale de su garganta debido a mis dedos en su cara, estoy molestando su dormir. Decido llevarla arriba, a su habitación. La tomo en brazos, no es tan liviana como parece pues aunque es delgada sigue siendo un poco alta, quizás eso me gusta de ella y aún soy más alto pues mido un metro ochenta y siete; así que, nos vemos bien juntos, suponiendo que eso importara.

Abro con dificultad la puerta de la habitación en donde ella estaba durmiendo y se nota de inmediato la diferencia de temperatura, hace un frío que te cagas. La ventana tiene cristales de hielo por fuera, la nieve cae ferozmente impidiendo ver los árboles del bosque y se oye el murmullo del viento.

La recuesto y la cubro con las colchas, ella despierta y me mira con los ojos adormilados y confundidos.

—Te quedaste dormida y te traje a la cama para que estuvieras cómoda, creo que hubiera sido mejor que te quedarás junto al calor.

Me doy cuenta de mi error, abajo la temperatura era mejor.

—Prefiero la cama —dice tapándose.

—Que bien, me voy a acostar también.

Hago ademán de salir, pero me lo impide.

—Quédate conmigo —pide sosteniendo el pantalón de pijama que traigo puesto.

Me extraña el gesto, observo su mano impidiéndome el paso y de inmediato suelta la tela.

—Lo siento.

—Me quedaré —digo antes que se arrepienta.

Abro la cama y me recuesto junto a ella, su cuerpo no emana calor, está fría.

—¿Puedo abrazarte? —Pregunta con la voz titubeante, como si dudara —. Tu piel es cálida y tengo frío —se justifica.

Me siento raro, ¿en serio voy a dormir con ella? ¡¿Solo dormir?! Puede que sea un cabrón pero no me apetece hacerlo. Nos abrimos sentimentalmente hace un rato, eso no me gustó, de hecho lo odié por como me hizo sentir.

—Si tienes frío podemos entrar en calor de otras formas mejores —sugiero como si estuviera bromeando y a la vez no.

No lo hago.

—Acabamos de tener una conversación profunda, deberíamos actuar respecto a eso.

Estamos en la misma jodida cama, bajo las mismas sábanas. Ella debería ser mía, al menos un poco.

—No me jodas... te conté cosas que superé hace años y me importan una mierda. Y lo que me contaste tú no importó antes, ¿por qué ahora sí?

Frunce los labios haciendo un puchero, no es intencional pero se ve tan linda, tierna y sexy que cualquiera pensaría que ha estudiado el gesto frente al espejo un par de veces. Pero no, para Giselle es fácil ser linda y sexy a la vez, su inocencia es encantadora de una forma retorcida, quiero corromperla.

—Dame un abrazo —pide ignorando mi sugerencia.

Me niego, deseo follarla no abrazarla. No planeo necesariamente hacerlo ahora si no quiere, pero tiene que tener claro nuestro tipo de relación.

Dulzura Disfrazada [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora