25.

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Al otro día, Sunghoon no apareció. Tampoco apareció al siguiente.

Para el tercer día, Heeseung necesitaba respuestas y fue a la casa de Sunghoon.

Con el cuerpo tembloroso entró al lugar.

—¡Sunghoon!

No hubo respuesta.

Bastó un recorrido a todo el lugar para saber que no había nadie, tampoco estaban sus cosas. Las habitaciones estaban vacías.

Sunghoon no estaba.

Sunghoon se había ido.

Heeseung se quedó en la habitación de Sunghoon, observando las vacías paredes mientras se calmaba.

Sunghoon no lo abandonaría, él sabía cuánto lo necesitaba ahora que estaba solo. No era capaz de dejarlo. No.

Convencido, abandonó la casa y volvió a su departamento. Cocinó para sí mismo y se acostó luego.

Sunghoon volvería cuando las cosas estuvieran mejor.

Pero Sunghoon no volvió. Al menos no en una semana.

Una larga semana donde Heeseung ya no recordaba lo que era dormir de corrido.

Hace dos días su madre había aparecido en su departamento, le advirtió que tenía tres días para volver a su casa o su padre vendría.

Heeseung lloró toda aquella noche, porque Sunghoon lo había abandonado, su hermano tampoco aparecía y su padre vendría a golpearlo hasta cansarse.

Era el temido tercer día, en el que su padre vendría. Heeseung temblaba de pies a cabeza.

Sin poder aplazarlo más, llamó a Jongseong.

—¿Hee? ¡Llevo buscándote más de una semana! ¿Dónde mierda te metiste?

Con la voz temblando dijo. —Jongseong, ayúdame...

—¿Qué ocurre? ¿Dónde estás?

—Va a venir, Jongseong... — sus ojos se aguaron y un gemido lastimero escapó de sus labios.

—Dime ya donde estás, joder.

Luego de darle la dirección, se quedó sentado en el suelo de su habitación, mirando la puerta con miedo de abrirla el mismo.

Se sobresaltó cuando golpearon la puerta principal con violencia.

Podía ser Jongseong. Pero también podía ser su padre.

Con ese pensamiento se acercó cuidadosamente, deteniéndose cada vez que la puerta era vuelta a golpear.

—¡Mierda Heeseung, soy yo!

Apenas escuchó a Jongseong corrió a abrir.

Pero no le explicó nada hasta que llegaron a la casa de su amigo.

Se dejó abrazar con fuerza mientras relataba todo, desde el momento en que Sunghoon había desaparecido hasta ahora.

No lloró porque se dijo a si mismo que era demasiado.

Esa noche, durmiendo entre los brazos de Jongseong, pensó con cuidado su situación.

No tener a Sunghoon no significaba que ya no podría ser libre. Era capaz de salir adelante, no lo necesitaba.

Aunque con pesar, pensó en que si necesitaba a su hermano.

A Sunghoon no, pero lo extrañaba tanto. Sus sonrisas, sus besos, sus bromas sucias, o la manera de abrazarlo y convencerlo de que todo estaría bien.

everlasting; heehoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora