9-A la luz de la luna

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Llego a la playa y la busco entre la gente que hay caminado por el lugar. Me acerco y camino por la hilera de las torres de guarda vidas buscando el grafitti, no le dije que vendría y espero que no se haya ido y mi viaje y promesa al refri con ruedas de ser arreglado, no sea en vano. Al acercarme a la 4ta torre, veo a alguien sentado en la arena, no me hace falta acercarme mucho más para saber que es ella. Me paro a su lado, ella está con los auriculares puestos, mira hacía arriba y dibuja una sonrisa al verme.

    ―¿No era más simple mandar un mensaje y vernos aquí?

    ―Fue más divertido dejarte las migajas —me muestra su teléfono.

    ―¿Para qué vine Victoria? ¿Cómo sabías que vendría?

    ―No sé, solo esperaba que lo hicieras ―sonríe satisfecha―. Yo también quería verte ―¿Ella también?

   ―Demos un paseo ―comienzo a caminar y ella me sigue.

   ―¿Sabes pedir las cosas? O solo exigirlas ―dice frenándome tomándome del brazo.

   ―No estamos en el trabajo, puedes no hacer caso sino quieres.

   ―Ni sé para qué hice esto ―suspira y comienza a alejarse en el sentido opuesto―. Mejor me voy, nos vemos en la oficina, te hice perder tu tiempo y el mío.

   ―¡ESPERA! ―la tomo de la muñeca― es un mal hábito, lo lamento, otra vez ―segunda vez que pido disculpas y presiento que con ella, no va a ser la última―. Me va a llevar un tiempo cambiarlo, quédate ―bajo mi mano de la muñeca a la suya, para tomarla― por favor.

   Finalmente cede, comenzamos a caminar por la arena luego de sacarnos las zapatillas, caminamos por la orilla sintiendo las olas mojarnos los pies. No decimos nada, no es necesario solo disfrutamos del momento juntas, entrelazo mi mano a la de ella, quien me pega más a su cuerpo guardando ambas manos en el bolsillo de su chamarra. Temo que escuche el latir de mi corazón acelerado. Varias veces me quedo mirándola, ella voltea a verme y me dedica una sonrisa que correspondo. Hace tanto de este sentimiento, de esto de sentir algo por alguien, que estoy feliz, pero temerosa. Victoria es como una luz, lo supe desde el día que entre a la oficina, las personas a su alrededor sonríen más, ella es muy amable con todos y servicial, es de esas personas que te sientes a gusto de que estén cerca, en cambio yo... me siento como su antítesis, quienes me rodean solo han terminado dañados a quienes he amado terminan lastimados, la única constante en mi vida es Tricia, mi mejor amiga, quien se ha negado a apartarse de mi lado y en quien más confío, en ella y Atenea.

   ―¿Quieres sentarte en la arena?

   ―Es un progreso ―vuelve a sonreír y por inercia le respondo con otra sonrisa. Con ella sonreír es fácil ahora entiendo a quienes la rodean―. Te ves hermosa cuando sonríes ―acomoda un cabello detrás de mi oreja izquierda. Que bien se siente tenerla cerca― ¿siempre has sido así de fría? ―Su pregunta me sorprende­.

   ―No, no siempre ―agacho la cabeza y deslizo un puñado de arena en mi mano vacía―, con la gente que salgo soy de otra manera, aunque no soy cariñosa —¿De dónde saco la honestidad y por qué me sincero con ella? Quizás porque sé que ella lo vale―. Supongo que siempre hay alguien que nos transforma.

   ―Siempre hay alguien... que nos muestra el amor que no queremos o al que debemos apuntar ―agrega mirando el mar―. Supongo que debemos pasar por todas las etapas para descubrirlo, ser el que termina lastimado y el que lastima, para saber cómo duele y no volver a cometer el mismo error.

   ―Lo jodido es cuando son varias personas y cercanas ―me pregunto qué tipo de amor serás tú. La miré y acaricie su mejilla― ¿alguna vez te has enamorado?

Odio a mi jefa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora