Julia como la ciclotímica que es, hizo como si nada los tres días que pasaron. Sigue con su pésimo humor de costumbre. Pero cada vez que se sube al ascensor conmigo, sigue colocándose muy cerca, algo que aunque niegue me pone un poco, muy nerviosa.
Algo dentro de mí quiere que ella me mire y me diga le pasan cosas contigo, otra parte quiere que ella se aleje y se mantenga lejos, otra parte un poco más profunda quiere gritarle que sus señales son jodidamente confusas, que es una idiota, a esa parte la convence otra que me dice constantemente que un beso no fue nada y que no somos nada más que una secretaria y su jefa, cosa que por un lado es cierto, por un lado muy grande. Pero odio sentir esto nuevo y no saber qué hacer con eso, hacía tanto tiempo que nadie me perturbaba de esta manera y sí, ella me perturba, como ahora que estoy parada frente a su puerta, observando la madera como si tuviera visión de rayos X, hablando conmigo misma en mi cabeza, ya parezco el de fragmentado con las mil personalidades.
―Llamo finalmente a la puerta― Pasa ―me hace seña con la mano, mientras discute por teléfono, se levanta para pararse frente al enorme ventanal abriéndolo un poco. El aire que entra, deja que el aroma de su perfume viaje a mi nariz, lo huelo cerrando los ojos y acto seguido agacho la cabeza para no exponerme... bueno no tanto― ¡TE DIJE QUE ESE CONTRATO...! No me importa, no me interesa como... ¡MAXIMO, LA DUEÑA DE ESTA EMPRESA SOY YO! ―¿escuché bien?― Quiero ese contrato a primera hora firmado, ya te di demasiado tiempo. Usa tu encanto y has que lo firmen ―corta―. Siéntate ―ahí su tono autoritario de nuevo, ni hola, ni permiso, ni por favor, ni gracias― ¿Qué papeles me trajiste? ―se pone a mirarlos y yo miro como lee, se para a y frena detrás de mí, acercándose a mi hombro― Hoy no traes perfume.
―Así evito que te de curiosidad saber cuál uso.
―¿Qué harás cuando si quiero saber sobre tu ropa? ―Me susurra al oído y la piel se me encrespa, acelerando mi pulso― ¿vendrás desnuda a trabajar para evitar que te pregunte? ―se endereza y masajea mis hombros tensos―, porque quizás luego me dé curiosidad saber que ropa interior usas ahora.
―Mira Julia ―me paro quedando frente a ella.
―Señorita Moore, estamos en el trabajo.
―Es mi jefa...
―El cielo es azul, y este bolígrafo es negro ¿vamos a empezar a señalar lo obvio?
―A lo que voy es que... ―pasa la lengua por sus labios y me congelo viendo su boca.
―Por qué qué, que des tantas vueltas para completar una idea me irrita. Vete y cuando sepas que quieres decirme, vuelve ―aprieto los puños―. Una cosa más ―me detengo dándole la espalda―, no dejes pasar a nadie, pero a nadie ¿me escuchaste? O no seré tan linda y amable como lo vengo siendo, y por nadie me refiero a gente específicamente de mi familia.
Salgo de oficina bastante ofuscada ¿Quién carajo se piensa qué es? ¿Había conocido la etapa amable? Que suerte la mía y yo que pensé que no podía ser peor.
Estoy tan absorta en mis pensamientos que no me doy cuenta de que hay alguien delante de mí. Es una mujer algo mayor, no sé decir bien que tan mayor ya que se nota que tiene varios retoques quirúrgicos de esos que si el cirujano es bueno te rejuvenece hasta el alma, y al parecer el cirujano es muy bueno, porque es difícil darle una edad aproximada a esta mujer.
―Cariño, hola ―pasa su mano por delante cuando me quedo congelada viéndola. ¿Se parece a la arpía? Digo Julia, se parece a Julia o Julia se parece a ella― ¿Está mi hija?
―¿A quién busca? ―Pregunta estúpida si es igual a Julia y soy su secretaria.
―Bueno pensé que el perecido me delataría, siempre dicen que parecemos hermanas ―larga una risa para nada contagiosa―. Con todo lo que me costó tenerla, lo menos que puede hacer es salir parecida a mí. Busco a mi hija, Julia Moore.
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Odio a mi jefa.
RomanceTodo era color de rosas hasta que ella llegó, esa despota hija de puta. La odio tanto, que hasta sueño con que desaparezca y no me importa que sea sexy, huela bien y este forrada de dinero, no voy a caer en sus redes, aparte siempre he sido hetero y...